Claudia Acerbi, la dueña de este podio que se anuncia como la única playa gay habilitada como tal en todo el mundo, durante estos días está tal vez tan desorientada como sus futuros invitados. Cambió el número de celular, recibió llamadas locales, de Colombia, México y de Israel, respondió entrevistas y, como pudo, intento desafiar a los que en Mar del Plata se resisten a la apertura de su playa. “Ya cambiamos los planes, ¿vos me entendés no?”, dice, hablando en código cifrado. Los cambios no son menores. La apertura oficial de la playa estaba anunciada en todos lados para esta mañana. Sería sobre la ruta interprovincial, con una combi y parlantes. Formalmente la playa se abriría días más tarde. “Al final, la abrí hoy (por ayer), me llevé a mi marido, descorchamos una champaña y brindamos con unos amigos”. De paso, instaló la imagen en la entrada: dos banderas de la comunidad, una a cada lado.
–¿El balneario está inaugurado pero no abierto?
–No al revés: está abierto, hoy ya tuve dos o tres invitados. ¿Pero me entendés, no? Nadie quiere recibir ahí adentro a los medios.
La propietaria del balneario busca intimidad para sus invitados. No quiere aperturas formales, no quiere fotos, no quiere cámaras ni flashes. Aun así, el acceso al lugar sigue al descubierto. Esa suerte de apertura simbólica con la instalación de las banderas se hizo sobre la puerta de entrada, el único acceso controlado de la playa. Sobre el mar, la zona, la carpa y los veraneantes todavía no tienen cobertura. De todos modos, Acerbi está convencida de lo contrario. La prueba de fuego no se prolongará demasiado, tal vez todo se aclare antes del fin de semana.