SOCIEDAD • SUBNOTA › EL TESTIMONIO DE UNA COMPAÑERA DE MARIA SOLEDAD
› Por Eduardo Videla
Silvia Vizcarra cursaba cuarto año en 1990. Era delegada de su curso e integraba el centro de estudiantes del Colegio del Carmen y San José. Compartió con María Soledad las clases de gimnasia y, en la madrugada del 8 de septiembre, la fiesta de la elección de la Reina de la Primavera, en el boliche Le Feu Rouge. “Estuve con ella hasta las 3, cuando se fue con otra chica”, recuerda. El lunes 10, al mediodía, todo el colegio se conmovió con la noticia: María Soledad había sido asesinada.
“El jueves siguiente nos reunimos y entre las chicas de cuarto y quinto decidimos hacer una manifestación al día siguiente. Sentíamos que había que decir basta a la impunidad. Queríamos que se aclare, que no quede en nada como tantos otros casos”, cuenta Silvia, que ahora vive en Alemania pero vuelve todos los años a Catamarca a visitar a su familia.
“Recuerdo que el día de la primera marcha se apareció en el colegio el jefe de la policía, Miguel Angel Ferreyra, a decir que no íbamos a hacer ninguna marcha. La hicimos igual y a la semana siguiente se nos sumaron los centros de estudiantes de los otros colegios.”
Fue decisiva entonces la posición de la hermana Martha Pelloni, rectora del colegio, que se plantó ante el jefe de la policía saadista. “En los doce años que estuve en la escuela no hubo una rectora como ella”, destaca. “Y después tampoco.”
–¿Qué cambió en Catamarca después de veinte años?–le preguntó Página/12.
–En ese momento yo tenía 16 años. Vivíamos en un feudalismo disfrazado de democracia. Había un montón de casos que no se investigaban. Y se sabía que los cometían siempre los mismos, un grupo de jóvenes que vivían en Buenos Aires o en Córdoba, los “hijos del poder”, que venían los fines de semana y hacían lo que querían. Me acuerdo de que dos semanas antes de lo de María Soledad, a un chico lo mataron a botellazos en la cabeza y se decía que habían sido ellos, pero nunca se aclaró. Ahora la gente se anima más a hablar, se nota que no existe la presión que había antes. Cada uno puede decir lo que quiere.
–¿Qué tipo de presiones recuerda?
–A mi madre, que trabajaba en la Legislatura, la echaron porque yo estaba entre las que organizaban las marchas.
Silvia dice que el caso María Soledad fue determinante para su futuro. “Yo quería estudiar medicina, pero a partir de ese momento, cuando vi que lo que se logró en Catamarca no se pudo haber hecho sin la participación de los medios, me di cuenta de que a través del periodismo se pueden lograr cambios en la sociedad”, explica. “A partir de entonces empecé a estudiar Comunicación Social en la Universidad de Córdoba y hoy me dedico a esto.”
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