SOCIEDAD • SUBNOTA › LA MUJER QUE RESISTE ENTRE LOS ESCOMBROS
› Por Por N. L.
En Chile 1227, un antiguo edificio de dos plantas está hueco como si fuera el depósito de un barco de ladrillos. Sin embargo, un albañil de la obra no se encarga de remover los escombros sino que controla la entrada. “Lo puso el nuevo dueño, para controlar el movimiento en la casa.” La sospecha es de Mirta González, la inquilina del departamento 4. Para llegar a su casa hay que recorrer todo el pasillo que debería conducir a los departamentos de la planta baja, de los cuales sólo queda la estructura y algunos caños a la vista, y después subir las escaleras.
En el departamento, el piso se hunde sobre una de las esquinas del comedor, los azulejos del baño se rompieron el día que se desprendió el tragaluz por los sacudones de la demolición. Mirta vive allí con sus dos hijos desde 2005, cuando firmó un contrato de alquiler con vencimiento en agosto 2008.
“No hace falta firmar un nuevo contrato, son buenos inquilinos”, reprodujo Mirta las palabras del hombre que le alquilaba el departamento. Ella siguió pagando sin contrato hasta agosto de 2009, cuando el dueño no llegó más a cobrar. “En septiembre me llegó una carta documento de desalojo por adeudar los pagos de abril a agosto”, contó indignada, mientras mostraba el documento con la intimación del supuesto nuevo dueño. El dueño había vendido el edificio con los inquilinos adentro y el nuevo propietario intenta desalojarla. Desde entonces, algunos vecinos comenzaron a irse, “uno de ellos arregló con el nuevo dueño, pero a mí nunca vinieron a hablarme”.
Desde marzo comenzaron a llegar los albañiles para demoler. Ya no queda mucho, y el departamento de Mirta casi flota en el aire. Donde estaba el departamento tres, espera para ser colgado en la fachada el cartel de una empresa constructora que anuncia oficinas.
“En Desarrollo Social se niegan a darme el subsidio. Me piden mil papeles y después me dicen que no son válidos”, apuntó Mirta. Desde que llegó de Salta, hace más de 20 años, trabajó limpiando casas, pero desde que se lesionó el brazo, luego de caer por las escaleras por enredarse en un alambre que quedó de la demolición del departamento cinco, no tiene fuerza ni para pelar una papa.
“En los hoteles no aceptan a familias con chicos, te cierran las puertas y un departamento es imposible, ¿dónde voy a conseguir un garante? Estoy atrapada”, aseguró. Aguantó las lágrimas, el perro corría por todo el departamento, miró las cajas de madera con algunas de sus pertenencias embaladas: “Me voy preparando, dicen que para el desalojo llegan sin avisar”.
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