SOCIEDAD • SUBNOTA
› Por Marta Dillon
El asesinato de Pepa Gaitán, su historia de vida marcada por la discriminación, la historia de su familia y el proceso que les llevó entender a su hija y hermana, aprender a defenderla de las violencias cotidianas, de la sospecha que despertaba su aspecto masculino –la mamá suele contar cómo se tenía que pelear cuando en algún puesto caminero le pedían documentos: “¿Qué? ¿Nunca vieron a una mujer macho?”, recriminaba mientras se los retenían– y también su final trágico fue un impacto para muchas lesbianas, gays y trans que se comprometieron a su manera en torno de este hecho. Asistiendo al juicio, imprimiendo volantes, realizando pintadas o asistiendo a movilizaciones aun cuando nunca lo habían hecho antes, como cuentan las amigas de la Pepa. Y también hubo quienes sostuvieron a la abogada querellante, Natalia Millisenda, convirtiendo el alegato final en un trabajo colectivo del que participaron solidariamente académicos como Mauro Cabral, también director de Global Trans Advocate –una organización internacional que promueve los derechos de las personas trans– y la antropóloga Andrea Lacombe y activistas como Alejandra Portatadino, integrante de la Comunidad Homosexual Argentina que viajó desde Buenos Aires, Juan Manuel Burgos, Fabiana Tron y Luciana Almada. “Con ellos y ellas pasamos varias noches en vela desmenuzando la causa, los testimonios y también los argumentos políticos. No hubiera podido llegar con esta fuerza y esta claridad si no hubiera habido tantas personas comprometidas detrás como sé que también las hay a través de las redes sociales.”
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