Dom 27.11.2011

SOCIEDAD • SUBNOTA  › ROLLER DERBY, UNA NUEVA DISCIPLINA

Patinando por un sueño

› Por Soledad Vallejos

La plaza arde. Puede ser que ellas sonrían raro, como flúo, pero los protectores bucales no se negocian en el entrenamiento de la Liga Buenos Aires Roller Derby (BARD, rollerderbyBA su perfil en Facebook). También son de primera necesidad las rodilleras, las coderas, las muñequeras, los cascos. Cuando suena el silbato, veinte chicas en patines salen disparadas hacia el centro de la pista y copan la parada. Lo hacen una, dos, tres veces y el espacio queda ganado. Media hora duró la guerra contra los chicos y señores que se negaban a terminar el partidito (“No sé si es mía la cancha, me crié acá yo. Andá a Las Heras a patinar”) aunque fuera el horario asignado formalmente a la práctica. A fuerza de patines, no palabras, las fresh-meat (freshies, cuando la mención de las principiantes es con ternura), aprenden a deslizarse como quien respira y también a poner el cuerpo en equipo. “Pero eso no es nada, eh”, desdramatiza Priscilla, la veinteañera que firma sus e-mails de patinadora como Miss Trouble y está entre las fundadoras de la Liga.

Hace un año, no había chicas arrojándose al suelo para estrellarse de rodillas con tal de aprender a caer sin lesionarse, remeras con nombres de equipos, prácticas porteñas y en el conurbano, venta local de estos patines que son parecidos pero diferentes. Hace un año todo esto estaba, apenas, en las ganas de algunas chicas que en muchos casos no se conocían. “Todo empezó en Facebook”, dice Priscilla, que recuerda cómo un día cualquiera, porque sí, “una vieja enemiga” le escribió un mensaje para proponerle ser parte de algo que estaba empezando. En su mayoría, tenían en común haber adorado Whip it (Roller girls), la comedia dirigida por Drew Barrymore que cuenta una historia de redención y alegría gracias a este deporte de contacto.

De a poco anochece. Algunas de las chicas huyen como expulsadas de la pista: ninguna puede observar el entrenamiento de un equipo al que no pertenece; los secretos deben ser preservados. Priscilla, como Natalia, integran el Psycho Roller; abandonan entonces la pista ante las Sailor City Roller.

En medio de un revuelo de perros que celebran encontrarse en la plaza esta noche de verano, Natalia y Priscilla se sientan sin quitarse los patines. “Ninguna había hecho nunca roller derby, no teníamos nadie que nos entrenara. Todas veníamos de malas experiencias, lesiones, frustraciones deportivas”, recuerda Priscilla, por lo que resultó inevitable: en la primera reunión fundaron la Liga. En la segunda ya jugaban, “y no sabíamos nada” más que patinar, básicamente como se suele hacerlo en la infancia. Y con los patines de cuatro ruedas extensibles o botitas de patín artístico, porque los aguerridos (puntera más que reforzada, zapatilla y no bota, frenos particulares) que precisa el roller derby en Argentina no se conseguían.

Había una razón para el páramo y es que en el país no se practicaba este deporte en el que dos equipos de cinco chicas compiten por ver cuál es más eficaz al aplicar tácticas, estrategias y mañas para infiltrarse, velocidad y espíritu de equipo mediante, entre las filas del otro y picar en punta. Podría decirse que hay una suerte de malón que ayuda a una jammer (especie de solista que puede desarrollar gran velocidad) para colarse por entre el otro malón y ganar. Una vez que llegó adelante, el equipo anota un punto. Nacido en Estados Unidos como práctica mixta, el roller derby con el tiempo se convirtió en un deporte de contacto exclusivamente femenino y cada vez más exigente en fuerza y agilidad. Claro que en tierra norteamericana el circuito llegó a profesionalizarse, con lo que eso implica en sponsors, sueldos y estadios especiales donde entrenarse y competir.

En Argentina ese universo roller derby no existe. Pero a la Liga, con las semanas, se sumaron más chicas. Con los meses, decidieron juntar dinero para pagarle a un entrenador, un ex jugador de la selección de hockey sobre patines. Con el entusiasmo, y porque la competencia deportiva las junta y la sensación de fraternidad las asocia, lograron su primera gran meta: solventar el viaje de Bonnie D. Stroir, fundadora de las San Diego Derby Dolls y entrenadora asistente del equipo norteamericano, para que dictara un seminario exclusivo en la Liga.

Si tuviera que trazar un perfil de sus compañeras, Priscilla no puede pensar en otra cosa más que las diferencias: “Somos varias de 20 y algo, pero hay también una señora de 39... bueno, digo señora porque tiene ocho hijos. Hay de Capital y de zona Sur. Algunas estudian, todas o casi todas trabajamos. A todas nos cuesta mucho sacrificio.” Justamente eso, dice a su lado Natalia, es la garantía de la unión: “A todas nos significa un sacrificio de tiempo, de viajes, de plata, nos lesionamos. Pero cuando hablamos nos damos cuenta de que a todas nos cambió la vida encontrarnos en el roller derby”.

–¿Por qué?

–En algún sentido –dice Priscilla–, tu vida empieza a girar en torno de esto: tu equipo, tus compañeras, el entrenamiento. Es extraño pero ocurre.

Aunque las que van sumándose y se entrenan para dejar de ser principiantes y rendir el examen para demostrar que pueden jugar son muchas más, los equipos de la Liga son cinco: además de las Psycho y las Sailor, están Cougar Roller, La Resistance y Dirty Fucking Dolls. “Nuestra próxima meta es que la Liga tenga seis equipos. Estamos en eso”, dice Priscilla. Entre tanto, preparan también un partido demostración para el próximo sábado 3 de diciembre en el Parque Municipal de Lomas de Zamora, Las Lilas y Molina Arrotea.

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