SOCIEDAD
• SUBNOTA › EL POLICIA PRESO ACUSADO POR UNA VIOLACION
El sumario más expeditivo
› Por Horacio Cecchi
Juan Pablo Luna está detenido desde diciembre de 2001. Era oficial ayudante de la Bonaerense. Ya no lo es: fue exonerado por el Tribunal de Etica, imputado por un delito aberrante: violación. Ahora espera la fecha de juicio oral, pero más allá de lo que decida la Justicia, el sumario administrativo abierto por Asuntos Internos parece plagado de inexactitudes, datos truchos, y una supuesta violada que describió a su agresor al detalle, pese a que era de noche y pese al shock por el que debería haber pasado: “Tenía 1,78 de estatura”, aseguró la mujer en su denuncia. Una cantidad de groseras contradicciones abonan una pregunta: ¿Por qué Luna? La respuesta quizá se encuentre en lo paradójico del caso. La víctima denunció al ex policía en la comisaría de Las Malvinas, donde a esa fecha trabajaba el cabo primero Mario “Cerradura” Barrios (ver nota principal). Luna fue uno de los que meses antes había declarado sobre la fuga del “Enano” Quinteros, acusando a Barrios de cobrar y abrir la puerta.
Cuando en enero pasado, Página/12 consultó a Asuntos Internos por la situación del comisario José Ferrari, por entonces aún titular de la Departamental de San Nicolás y procesado por dar una golpiza a un joven cartonero en su propia casa, la fuente de la oficina anticorrupción respondió: “Habiendo un proceso penal, no podemos tomar una decisión antes de que la Justicia dictamine. Imagínese que el hombre puede ser inocente”. Esa rigurosa práctica, en el caso de Luna no se cumplió. La presunción de inocencia no existió: todavía espera fecha para el juicio oral y ya fue exonerado de la Bonaerense.
A las 4.20 del 2 de diciembre de 2001 una mujer tomó el micro de la Lujanera, en Moreno. En Pablo Marín, a unos 20 kilómetros del lugar, descendió. Detrás de ella bajó un hombre. Allí, tras forcejear e intentar defenderse, amenazada por un arma de fuego, la mujer fue violada. Los datos surgen de la denuncia de la víctima y, hasta ese punto, todo parece verosímil. Las dudas empiezan a medida que aparecen otros detalles:
- La mujer sostuvo que el violador se fue caminando. Dijo que minutos después, un patrullero la levantó en medio de la ruta. De ser cierto, no tiene explicación que el patrullero, en lugar de cercar el área y buscar al violador, haya trasladado a la mujer a la comisaría de Las Malvinas.
- En la comisaría, el oficial Bautista le tomó declaración. Ante Asuntos Internos, el policía dijo que la mujer vestía de negro y que había llegado a la comisaría por sus propios medios. Pero la mujer dijo haber llegado en patrullero y que, además, vestía de blanco.
- Ni la mujer ni Bautista ni nadie pudieron identificar al patrullero ni al conductor.
- La víctima sostuvo que el colectivo estaba repleto y que descendió a los diez minutos de viaje. A casi 20 kilómetros del lugar de partida, el micro debería haber avanzado a casi 100 kilómetros por hora, sobre una ruta maltrecha, y sin detenerse para el descenso de pasajeros.
- Dijo haber bajado, erróneamente, una parada antes de la correspondiente a su casa. Su confusión domiciliaria es grave si se tiene en cuenta de que ante la policía dio tres direcciones distintas, sin número, en el mismo barrio, Altos del Oeste, en General Rodríguez. A escasas cuadras, se encuentra la comisaría de Santa Brígida, donde hasta su pase a disponibilidad actuaba el cabo “Cerradura”.
- La víctima dijo que el violador la amenazó con un revólver, después aseguró que era una pistola. La confusión no se explica ya que ella misma insistió en que conocía la diferencia entre una y otra.
- Primero dijo que el agresor era de cutis trigueño, cabellos de color negro, robusto, y de 1,78 de estatura. Después, trasladada a la Departamental de Morón, dijo que era blanco, delgado y de aproximadamente 1,75.
Con tan escasos datos, ¿cómo llegaron a Luna? El sumario sostiene que la mujer arribó a la comisaría con un celular y diciendo: “Se le cayó al violador”. El celular, obviamente, era de Luna, quien había denunciado su pérdida un día antes. Esa noche, Luna llamó dos veces desde un teléfono público a su celular para determinar dónde estaba. Atendió una voz masculina que le pidió plata por su devolución.
- El mismo oficial Bautista declaró que efectivamente, el celular en custodia sonó dos veces, y en las dos ocasiones atendió otro oficial apellidado Sagasti. ¿Cómo llegó el celular a manos de la mujer? Según los familiares del ex policía, se lo robaron en la comisaría de Hurlingham, donde trabajaba, y lo enviaron al área del cabo “Cerradura”.
Pero hay más: si es como dicen que fue, ¿cómo supieron que el teléfono era de Luna? Pidieron un informe a la telefónica. El colega de Barrios, oficial Cisneros, de Las Malvinas, sostuvo que recibió un llamado de la empresa para informarle a quién pertenecía.
- Cumpliendo un dudoso rol preventivo, el 5 de diciembre una comisión policial fue en busca de Luna para detenerlo. Lo dudoso viene a cuento porque el informe de la telefónica fue recibido al día siguiente en que partió la comisión preventiva a detener al dueño de un celular hasta ese momento desconocido. Las tareas de inteligencia no fueron muy profundas: equivocaron la casa. Fueron a la de su novia, que para colmo se había mudado. Allí vivía una inquilina a la que confundieron con la pareja de Luna, y la llevaron a Las Malvinas a interrogarla. No sabía nada. Entretanto, Luna estaba con parte médico internado en un hospital para una intervención quirúrgica y, enterado del incidente, llamó él mismo a sus superiores para ponerse a disposición.
- Ante semejante delito, castigado con una pena mínima de 8 años, correspondía enviar una custodia para evitar la fuga. ¿La enviaron? Inexplicablemente no. Sabiendo dónde se encontraba, aguardaron que abandonara el hospital y se presentara él mismo.
- El bolso que utilizaba Luna para llevar su ropa fue secuestrado de la casa de su novia como prueba. Pero la víctima dijo que el hombre llevaba una mochila.
Para colmo, tras su detención, Luna fue trasladado a Las Malvinas, en una ocasión engrillado como un condenado al patíbulo, y repetidas veces alojado en celdas de presos comunes, con el riesgo que implica haber sido policía y estar acusado de violación. La ley carcelaria es terminante.
Todos estos desarreglos fueron admitidos como prueba en el vertiginoso sumario interno que terminó en la sanción ejemplificadora de la exoneración, ante un delito aún no comprobado por la Justicia. No cabe duda de que es ejemplificadora. Pero no está claro de qué, si por tan aberrante delito o por testimoniar en contra de un subcomisario protegido.
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