Van dos semanas desde que Noemí no amanece en el kiosco de la estación Río de Janeiro. Lo alquila desde hace 25 años; el cambio en la rutina es imposible de disimular. Fue un sacudón no atender su puesto, ni ver a sus clientes, ni conversar con comerciantes de la zona. “Los dos primeros días lloré un montón”, cuenta. Pasada la segunda semana de lejanía, la angustia cedió pero la incertidumbre permanece. “Me reuní con gente de Legales de Sbase, me propusieron renovar mi contrato de alquiler, todo por el mismo importe, quedaron en llamarme la semana pasada. Se comunicaron esta semana. Me hicieron la oferta de no cobrar el alquiler por cuatro meses, para compensar el tiempo del cierre. Pero creo que a la mayoría de los kioscos esa cifra no nos cubre lo que perdemos.” A fines de la semana que terminó, Noemí seguía sin novedades. Trata de tomarlo con calma. “Porque soy una señora grande y mi marido trabaja, pero me imagino y lamento lo que pasa con la gente joven para la que el puesto era su sustento. ¿Cómo hacen?”

Tampoco los canillitas que tenían sus paradas habituales en el recorrido de la línea tienen muy en claro qué respuesta les dará el gobierno porteño. “En su momento nos reunimos con el ministro de Espacio Público, Diego Santilli, y el titular de Sbase, Juan Pablo Piccardo. La segunda reunión la tuvimos con Pi-ccardo. La tercera también. Estamos por llegar a un acuerdo, pero recién va a ser esta semana”, contó a este diario Omar Plaini, titular del Sindicato de Vendedores de Diarios y Revistas. El gobierno porteño, explicó, reconoce “la afectación que produce el cierre de la línea para 25 familias” que viven de la venta de diarios y revistas.

–¿Qué piden los canillitas?

–Que el gobierno se haga cargo del material periodístico que nosotros vendemos, y por ahí lo entregue a dependencias suyas, a hospitales. También pedimos la reparación de algunos escaparates; se harían cargo. Hay reconocimiento de la afectación de la actividad, que es lo importante.