Al clan, al menos hasta ahora, la fortuna judicial no le fue esquiva. Hasta esta semana, la última vez que Rubén “La Chancha” Ale había pisado tribunales, luego de un tiempo prófugo, había sido en 2011 por usurpación de una finca en Los Pereyra y venta de granos en el mercado ilegal. Cumplió unos meses de prisión preventiva, pero domiciliaria, por problemas de salud. En septiembre del año pasado quedó en libertad y no hubo más noticias al respecto.

Angel “El Mono” Ale usualmente fue vinculado a casos sangrientos. Los más recordados son dos: la masacre de los Gardelitos a fines de los ’80, en una disputa territorial entre bandas, de la cual emergieron victoriosos los Ale; el asesinato del policía Juan Salinas en los ‘90. Mientras que el primero le ganó renombre indiscutido en las calles, el segundo selló definitivamente su impunidad. Tiene un largo historial de salidas tan sorpresivas como airosas. El Mono, que será indagado el jueves próximo, es titular de Point Limits S.R.L., una empresa de máquinas tragamonedas, desparramadas en distintos locales propios por Tucumán. En realidad, había comenzado a descollar en el negocio cuando todavía el de las máquinas tragamonedas era un mundo clandestino en la provincia, donde se legalizó en 1991. Según pudo saber este diario, los ingresos que El Mono declaró por los locales de juego sufrieron un incremento sostenido en los últimos años: aunque el canon a pagar a la Caja Popular de Ahorros se mantiene estable, siempre se vendió la misma cantidad de bebidas en los locales y las tarifas para jugar no aumentaron, el negocio pasó de rendir 500 mil pesos anuales a más de tres millones. Posiblemente sobre eso sea indagado Ale, teniendo en cuenta que la experiencia internacional demuestra que el lavado de activos encuentra en el negocio de los juegos de azar un aliado casi perfecto, hecho de apuestas con dinero en efectivo y jugadores anónimos.