Los especialistas latinoamericanos en malformaciones congénitas recomiendan “una campaña educacional para desestimular que las mujeres tengan hijos después de los 40”, ya que “la edad materna ideal está entre los 20 y los 34”. Las anomalías congénitas afectan a uno de cada veinte nacimientos, y la mitad de ellas pueden prevenirse. Lo esencial es el control periódico del embarazo, y son imprescindibles la vacunación contra la rubéola, evitar el alcohol, el cigarrillo y el tabaco ambiental.
“Las anomalías congénitas son la primera causa de mortalidad infantil en el mundo desarrollado y la segunda en muchos países subdesarrollados”, escribió Eduardo Castilla, investigador del Conicet y del Estudio Colaborativo Latinoamericano de Malformaciones Congénitas (Eclamc)–. Hay métodos preventivos para las que afectan al 50 por ciento de estos recién nacidos.”
Las recomendaciones del Eclamc incluyen: “Trate de completar su familia mientras es joven; vacúnese contra la rubéola; evite las bebidas alcohólicas; evite fumar y los ambientes en los que se fuma; coma de todo, preferentemente verduras y frutas; consulte si su trabajo es perjudicial”. Los investigadores señalan que “la mitad de los nacimientos proviene de gestaciones no intencionales, lo cual es la principal barrera para la necesaria atención preconcepcional”. Advierten que “las madres con embarazos no deseados suelen ser multíparas, de edad avanzada y nivel educacional bajo”, y señalan que “la edad materna ideal está entre los 20 y los 34”. Los riesgos son “en menores de 20, bajo peso al nacer y otros; en mayores de 35, síndrome de Down y otros. Las mayores de 40 producen el 25 por ciento de los casos de síndrome de Down”, por lo cual recomiendan “una campaña educacional desestimulando la reproducción después de los 40”.
En cuanto al alcohol, “el retardo mental es el efecto constante de su uso durante el embarazo”. En cuanto al tabaco, uno de cada seis recién nacidos con bajo peso se debe a que la madre fuma, y el bajo peso lleva a la parálisis cerebral y a otros defectos graves”.