SOCIEDAD
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La intolerancia cristiana
Por Leonardo Belderrain *
Para el magisterio pontificio está claro que sólo hay un modo natural de vivir la sexualidad y es el heterosexual: el resto es antinatural. Afortunadamente, un sano magisterio papal siempre se confronta con el magisterio de los teólogos que están en la base o en la trinchera. Por ejemplo, durante la conquista cuando se discutió si era legítimo bautizar a los indígenas, los teólogos vaticanistas discutían si aquéllos podían ser animales racionales. Fue así que algunos teólogos de trinchera les informaron a los papas que, aunque no entendieran latín, estos individuos de aquí presentaban una sensibilidad con la música y una cordialidad que los hacía merecer el trato de humanos.
Creo que con las uniones homosexuales está pasando lo mismo: teólogos del Vaticano señalan que son modos enfermos de relacionarnos y que como con la droga, si se despenalizara este estilo de convivencia, casi se lo favorecería. Otros sentimos orgullo de esta nueva democracia argentina en la que se aceptan otras formas, y que son estas decisiones las que nos validan como ciudadanos del Primer Mundo.
Cuando le pregunté a uno de mis amigos que es homosexual qué sentía después de la primera boda, me dijo: “Si esto hubiera pasados veinte años antes, hubiera sufrido menos desde mi adolescencia en mi camino por dignificarme”.
Cuando se habla desde un conocimiento privilegiado e iluminado del verdadero significado de la sexualidad y de quienes la ejercen con rectitud, se corre el riesgo de suponer que algunos por una “suerte natural” puedan hablar de ella desde un microclima o cielo límpido especial. Las iglesias, en temas legales, estamos aprendiendo a hablar sin pretender dogmatizar. La historia enseñó a los cristianos que, a la hora de inculturarse y ser testigos de otras formas de vivir el amor sexual, no pocas veces se pecó de intolerantes al imponer un modo “occidental y cristiano” que en realidad era sólo occidental.
Puede ser que dentro del pensamiento cristiano haya personas que juzguen las conductas homosexuales como inmorales e innaturales: yo no comparto estas posturas y tampoco creo que en el pluralismo reinante expresen lo esencial de la catolicidad, ni que corresponda al mensaje de la Revelación. En Jesucristo no existe ningún tipo de condena hacia la homosexualidad. Lamentablemente ¿o por suerte?, no escribió tratados de moral sexual, con lo cual no deja de ser relevante que lo intentáramos hacer sus seguidores, sin pretender tener la última palabra, o detentar verdades incontrovertibles sobre temas que ni a los ojos de la ciencia han sido definitivamente explicados y fundamentados.
En relación con el pecado de sodomía a que alude la Biblia, existe un amplio consenso entre los escrituristas en entender que no se refería al modo como los sodomitas se vinculaban sexualmente, sino a la soberbia y a la petulancia de quienes vivían a espaldas de Dios. Fue esto lo que los llevo a cometer actos atroces heterosexuales u homosexuales.
En nuestro país, cuando el cardenal primado Antonio Quarracino propuso una ley del olvido y el indulto en relación con actos aberrantes, y medidas de “apartheid” en una isla a los homosexuales, muchos pensamos que se estaban poniendo las bases por oposición para que diez años después todo felizmente fuera al revés. Dice un refrán oriental “si queréis tirar una pared, apuntaladla”.
* Teólogo especialista en bioética.
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