En Europa, actualmente se siembra cannabis sativa sobre unas 15.000 hectáreas, distribuidas en Francia, Alemania, Polonia, Bélgica y España, donde existe una verdadera industria del cáñamo, diferenciada de las variedades con THC, explica Daniel Sorlino, de la cátedra Cultivos Industriales. “Allí, el cáñamo industrial no está regulado: es un cultivo extensivo, rústico, que prácticamente no utiliza agroquímicos, porque crece muy rápido y tiene una densidad de siembra alta que hace que las malezas no sean competencia”, explica el investigador de la UBA.

El propio Sorlino, cuando estuvo años atrás en Bulgaria, durante un congreso científico organizado por el Instituto de Fibras Naturales de la FAO, se sorprendió al presenciar un desfile de modelos cuyos vestidos estaban confeccionados con fibras de cáñamo. También se asombró con los sembradíos de cannabis en Francia: “Me llamó la atención ver tantas plantas sin que eso representara un problema”, dice. En Bélgica, cuenta Sorlino, hasta pudo degustar helado de cannabis.

También pudo observar el desarrollo de la fibra de cáñamo como insumo, por ejemplo, de la industria automotriz. “La tendencia es reemplazar la fibra de vidrio y utilizar fibras de origen natural, por ejemplo, en los rellenos de los asientos y en los paneles laterales de las puertas –explica–. No quieren utilizar más la fibra de vidrio porque cuando entra en combustión, una vez que el vehículo es desechado, genera muchos problemas ambientales. Por eso se busca reemplazarla por materiales compuestos por fibras naturales como bioplásticos, que son biodegradables y pueden adquirir diferentes formas con gran plasticidad y resistencia. El hecho de fabricar un vehículo amigable con el ambiente también funciona como argumento de venta.”

Pese a estos desarrollos, por razones que Sorlino desconoce (pero sospecha) le fue imposible importar semillas desde Polonia y desde Italia, donde hizo gestiones. Recién el año que pasó consiguió el visto bueno de Canadá y comenzó a gestionar el permiso local, en Argentina.