SOCIEDAD • SUBNOTA › UN PROGRAMA DE INCLUSION
Desde que comenzó el FinEs se registraron más de dos millones de inscriptos y, en la actualidad, existen unas cinco mil sedes donde cursar. Pueden ser edificios escolares y todo tipo de instituciones, como clubes, organizaciones sociales y políticas, centros de jubilados, radios comunitarias, bibliotecas populares o comedores, con el fin de facilitar el acceso y fortalecer los lazos con los barrios. Jorge Tognolotti, a cargo del FinEs en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, explica que “es un plan del Ministerio de Educación de la Nación y las provincias adhieren a ese programa con sus propias lógicas. Las exigencias básicas son un espacio adecuado para el formato aula, que nosotros cumplimos ampliamente pero que en una sociedad de fomento muchas veces no es fácil conseguir. También tiene que ser un espacio al que se pueda concurrir por varios medios de transporte. Nosotros tenemos el handicap de que cursar en la universidad permite la vinculación entre los jóvenes que vienen a nuestras aulas a cursar materias de grado y los alumnos del FinEs, y jerarquiza y legitima el plan, el alumno dice ‘estoy cursando en la facultad’”.
“Otra cuestión son los horarios de clases. El ministerio no obliga a una determinada franja horaria, la institución lo maneja de acuerdo con su organización. Nosotros elegimos que las actividades empiecen a las 11 y terminen a las 16 para que los alumnos puedan movilizarse con más comodidad. Muchos habían empezado el FinEs en otros lugares, pero por un tema de que salían a la noche les traía problemas. Además, nuestros alumnos son personas mayores que le suelen dar mucha importancia a la mañana”, detalla. En este sentido, aclara que “aunque el
FinEs es para mayores de 18 años, por un acuerdo con la provincia de Buenos Aires, pusimos un requisito de mayores de 40 porque nuestras expectativas están en los que consideramos adultos mayores. Una persona de 40 años no es un adulto mayor, pero está más vinculado por su dinámica de vida con una persona de 60 que con un chico de 18, desde el punto de vista de que ya está inserto en el plano laboral, tiene una familia. Por eso quiere aprender y le dedica tiempo al programa”.
“La enseñanza del adulto mayor requiere de otras habilidades y conocimientos. Tenemos casos de gente que hace 45 años no tocó un libro y que viene con una falta de ejercicio de aprendizaje y concentración. O tienen una trayectoria de vida donde no cuentan con conocimientos conceptuales pero sí experienciales. Entonces en Historia estás desarrollando el golpe del ’55, y uno levanta la mano y te dice ‘yo estuve’. Los docentes utilizan todos los recursos de acuerdo con la materia, desde exposiciones orales, trabajos grupales e individuales hasta evaluaciones escritas. Nosotros incorporamos un tutorial donde ofrecemos herramientas para que sepan hacer un cuadro de doble entrada, un mapa conceptual, un resumen o sacar ideas principales”, confía el director del plan en Lomas, al que asisten unas 90 personas.
Tognolotti señala que “este programa tiene una finalidad educativa, pero indudablemente no deja de ser un programa de inclusión social: no tenés que pagar ninguna cuota, por lo que no marcás una diferencia socioeconómica, y está abierto a todas las franjas etarias, evitando que mucha gente quede aislada socialmente y haciéndola sentir productiva. La dinámica de la clase es la misma que en cualquier secundario: se forman grupos de trabajo, amistades, relaciones. Tenemos muchas experiencias de hijos que se acercan y nos dicen ‘a mamá le cambió la vida, era una mujer que estaba encerrada mirando la tele todo el día y ahora tiene amigas y estudia’. Eso es lo más interesante”.
Informe: G. O.
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