La pregunta no es ¿por qué?, sino ¿para qué? Cuando, el domingo pasado, empezó la búsqueda de una chica argentina de 15 años que había desaparecido de la playa en el balneario uruguayo de Barra de Valizas, la publicación de la foto de la joven, sus datos, y el pedido de sus familiares tenían una rápida conclusión que respondía a la segunda pregunta y hacía innecesaria la primera. Me refiero a la publicación periodística. A la función de los medios en el entretejido de comunicaciones y decires que atraviesan a la sociedad entera.

¿Para qué publicar la foto de la joven? Para que quienes la hubieran visto pudieran reconocerla y colaborar en su hallazgo. La urgencia, más que periodística, era de la familia. Urgencia perentoria que pedía ayuda a los medios. Y la publicación atravesaba por el centro la función social del periodismo, la que obliga a la actividad: informar como un derecho de la sociedad más allá de que se trate o no de un negocio. Lo mismo, los datos: tenía sentido que se la reconociera por su nombre, su apellido, su edad, algún dato de sus familiares. Cabe consignar que fotos y datos fueron proporcionados por la familia en esa búsqueda desesperada.

¿Tiene sentido apelar a los motivos? No parece que la función social exija mucha explicación. Y esto no quita que esa difusión se realice en medios que cobran por la venta de sus ejemplares. Está por encima del negocio.

El problema es cuando el para qué no tiene respuesta y se apela al porqué de la justificación. ¿Para qué publicar datos de la joven cuando se la sabe víctima más allá del triste hallazgo? ¿Para qué aventurar hipótesis, que suelen golpear a inocentes, anticipando a los investigadores? ¿Para qué presionar por respuestas a una fuente? ¿Para qué agredir a los familiares de una víctima? Por más intervención de la ley penal, el dolor no es público sino íntimo y privado. ¿Para qué robar fotos de Facebook metiéndose en intimidades que jamás habrían sido permitidas antes?

La urgencia, a esta altura de los acontecimientos, dejó de ser una necesidad familiar, una necesidad social o una obligación de los medios. Haría falta un protocolo consensuado para regular ciertas informaciones y que habilite a poner cierto límite a las urgencias del morbo.