SOCIEDAD • SUBNOTA
› Por Carlos Rodríguez
“Cuando empezamos, en 1986, al principio sólo estábamos yo y mis dos hijos, que tenían 13 y 14 años; ellos andaban en bicicleta, vendiendo galletitas, pero a pesar de todo, siempre tuve la esperanza de atraer a la gente del interior y a los extranjeros; hoy ese sueño que parecía imposible se cumplió”. Sara Vinocur le cuenta a Página/12 algunos de los logros más importantes de la Feria de Mataderos, en lo que se refiere a la visita de estrellas internacionales. “Francis Ford Coppola vino varios domingos seguidos cuando estuvo filmando en Buenos Aires, acompañado por su esposa o con sus productores. Se sentaba en una mesa y el público ni siquiera se enteraba que estaban sentados al lado del director de El Padrino”.
Cuando se remonta a esos “viejos tiempos”, dice que para atraer a los turistas extranjeros, se habían contactado con las embajadas y que tuvieron buena recepción, incluso mejor que con las casas de provincia con sede en Buenos Aires. De todos modos, con el correr del tiempo, “la Feria de Mataderos empezó a figurar en los paseos turísticos de empresas nacionales y extranjeras, de manera que todo se fue haciendo más fácil”. Si bien tiene claro que la visita del director de El Padrino y Apocalipsis Now es uno de los picos en materia de visitantes famosos del exterior, recuerda que “también tuvimos siempre estrellas nuestras como Mercedes Sosa, Antonio Tormo, Peteco Carabajal o el Chango Spasiuk”, que marcaron hitos en materia de convocatoria.
Entre los extranjeros, recuerda la presencia, sobre el escenario, del músico y compositor británico Peter Gabriel, ex vocalista principal y flautista del grupo de rock progresivo Genesis. Cuando vino a la feria, ya había dejado el grupo que compartió con Tony Banks, Anthony Phillips y Mike Rutherford. Como músico solista recorría el mundo con una por entonces nueva propuesta llamada World of Music, dedicado a rescatar la música folcklórica del mundo y promocionarla con fines humanitarios. Su primera visita a Buenos Aires había sido en 1988, como parte de la gira organizada por Amnistía Internacional.
“Su llegada a la feria fue increíble para nosotros, porque demostraba que íbamos por el buen camino, que estábamos alcanzando los objetivos que parecían imposibles”. Los recuerdos de Sara Vinocur saltan, de Ford Coppola y Peter Gabriel, a un ícono de la bailanta como fue el cordobés Rodrigo. “Cuando lo conocí, Rodrigo no tenía todavía la fama que alcanzó después; en la primera entrevista que tauvimos tenía el pelo teñido de azul y nos dijo que sólo podía ofrecer una actuación de 25 minutos como parte de una serie de recitales que tenía programados para la misma fecha”.
La presentación de Rodrigo se produjo en el verano, cuando la feria de los domingos se toma un descanso, porque el sol sobre el asfalto, sumado a la humedad de la ciudad, son un combo insufrible. “En verano tenemos La kermese de los sábados, que se hace por la noche, y cuando vino Rodrigo, a quien no conocíamos mucho, era una incógnita como iba a ser recibido”. Esa noche, contra todo pronóstico, “el lleno en la calle fue total y la verdad es que nos encantó su actitud, su calidez y la forma en que le llegaba al público”.
Para prevenir desbordes “habíamos pedido custodia policial y tuvimos unos veinte agentes que se pararon frente al escenario”, que estaba a escasos veinte centímetros del pavimento. “Todo estuvo perfecto, no hubo ningún problema, la gente estaba enloquecida con el show, Rodrigo no nos cobró un peso y fue muy hermoso lo que hizo. Para ese entonces, todavía no era El Potro que después llenaba estadios”.
Vinocur cuenta que otro hito importante ocurrió el 22 de agosto de 2003, en el Día Internacional del Folclore, cuando la feria se trasladó a la Avenida 9 de Julio, frente al Obelisco. En ese tipo de festejos ya habían tenido a Mercedes Sosa, pero en esa ocasión, el convocado fue el mendocino Antonio Tormo, el creador de La Tropilla de Huachi Pampa, uno de los primeros grupos folclóricos que alcanzó el reconocimiento en todo el país, incluyendo Buenos Aires.
“Antonio Tormo ya estaba retirado, había dejado la actuación (estaba por cumplir 90 años), pero aceptó la invitación y fue uno de los momentos más emotivos para los que estuvimos esa noche”, subraya Vinocur. “Las fiestas en el Obelisco son muy importantes para la gente del interior, porque es un símbolo de Buenos Aires, y esa noche la 9 de Julio fue de los que asistieron y Tormo conmovió”. El artista mendocino falleció pocos meses después, el 15 de noviembre de 2003.
“Mercedes Sosa también cantó para nosotros en otro festejo que hicimos en el Obelisco y recibió el premio Folklore Argentino”, dice Vinocur para ratificar la importancia que alcanzó a lo largo de estos 30 años, el proyecto que se hizo realizada el 8 de junio de 1986. La entrega del premio y la actuación de Mercedes Sosa fue el 22 de agosto de 2000, acompañada en guitarra por su sobrino, Coqui Sosa. Por la feria han pasado artistas de todos los tiempos, como Eduardo Falú, Víctor Heredia, Antonio Tarragó Ros, Peteco Carabajal, Las Voces Blancas, Ramona Galarza, Chango Spasiuk, Soledad y el Chaqueño Palavecino, entre muchos otros.
“Son muchos años de defender lo nuestro y de bancar la feria. En 1995 (durante el gobierno de Carlos Menem) hubo una movida fuerte para sacarnos de acá, pero resistimos. Hicimos un recital y la figura central fue Teresa Parodi; lo increíble fue que ese día se lleno de gente, sobre todo de vecinos del barrio que defienden la feria”. Sara Vinocur, que tiene un programa en Radio Nacional Folcklórica, asegura que “a la feria siempre la defendimos como fieras porque acá hemos dejado la vida”.
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