SOCIEDAD
• SUBNOTA › PABLO, SEIS AÑOS PRESO, CUATRO HERMANOS MUERTOS
“Si no robás sos un pescado”
Por M. C.
Pablo pasó seis años en una celda de Devoto. Su gran sueño era “hacer” un camión de caudales; hoy fabrica toallas y repasadores. Acaba de estrenar dos máquinas de coser que le entregaron a través de un Plan Manos a la Obra gestionado en el marco del Programa Comunidades Vulnerables que lleva adelante la Secretaría de Política Criminal, del Ministerio de Justicia, para sacar a los jóvenes del delito. Pablo tiene 29 años, está casado y tiene dos hijas. Es el mayor de siete hermanos: cuatro ya están muertos.
–A uno lo mató la policía, cuando tenía 23 años, en el ‘91. Un kiosquero vio todo: lo agarraron afanando. Otro falleció por un tumor en la cabeza. Tenía 17 años. Otro murió de HIV, estuvo detenido muchos años y salió enfermo de la cárcel. La del otro fue una historia larga: en un intento de robo le dieron un tiro en la espalda que le tocó la médula y quedó paralítico; estuvo varios años en silla de ruedas hasta que falleció en 1997 –relata Analía, la hermana menor de Pablo, de 23 años, y ahora socia en el microemprendimiento junto con la esposa de su hermano. En su voz hay resignación y cierto tono de reproche hacia sus hermanos. Todos nacieron y se criaron en Ciudad Oculta, la villa del barrio porteño de Mataderos. Sus padres, aclara Pablo, nunca se dedicaron al delito.
Pablo entró al programa hace un año y medio. Hacía pocos meses que había recuperado su libertad después de cumplir una condena de seis años. Empezó a robar –cuenta– a los 17.
–Cuando sos pibe, el que no fuma y no sale a robar es un pescado bárbaro y los giles son todos los que laburan. Ese es el mensaje en la villa. Te falta plata, vas, lo hacés, y te salió bien y te llevaste un poco de plata y ya te gustó. Enseguida le agarrás el gusto. Plata fácil. Dos minutos, un poco de plata. ¿Sabés qué? Salís todos los días y a cada rato –relata, sin medias tintas. Dice que la droga, puntualmente la pasta base, hoy lleva a muchos de los adolescentes de su barrio al delito.
–Esa pasta base es terrible, es lo peor. Los deja locos. Es muy viciosa. Salen a robar, se hacen matar o salen a matar gente. Se desesperan por la droga. Empiezan rateando a la madre, sacando las cosas de su casa...
Pablo asegura que dejó atrás esa vida. “Gracias a Dios”, dice. Además de cobrar el Plan de Empleo Comunitario, trabaja en una carnicería y ahora está muy ilusionado con la posibilidad de fabricar y vender repasadores, trapos rejillas, toallas y toallones. Su hermana también está muy entusiasmada con el proyecto. Es evidente que Analía sufrió mucho la cárcel de sus hermanos.
–Si él no hubiese tenido esta posibilidad no sé si hubiera salido del delito –destaca ella–. Porque mal o bien, él no tenía nada y empezó a cobrar esos 150 pesos. Después le hablaron del proyecto de las máquinas de coser y se renganchó.
Analía y la esposa de Pablo están aprendiendo a coser. Les enseña Pablo, que aprendió el oficio en la cárcel.
Nota madre
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