Al frente del taller de teatro en espacios abiertos está Luciana Muzón, una joven de 23 años que –como todos los docentes del grupo– es despedida con cariño por los chicos. Ella también es la coordinadora del grupo de talleristas que partió el 2 de septiembre de Buenos Aires. Cuando es presentada desde ese rol, aclara que no es su papel tomar el mando del grupo; simplemente se trata de apuntar hacia “una mejor organización”.
Esta profesora de teatro comenzó a incursionar en esta disciplina a los 15 años en un taller del colegio secundario. “Pero lo que me proponían no era lo que yo quería hacer. Siempre traté de buscar lo vivo en el teatro, no una representación sino una puerta para ver más allá de lo cotidiano”, define. Luciana cursa Antropología en la UBA y siente que a bordo del colectivo descubrió “el cruce entre lo artístico y el trabajo social”. Cada vez que pisan un pueblo nuevo en su recorrido, cuenta, “hay que salir a conocer a los chicos, ellos tienen una idea de un docente que está ‘allá lejos’ y les cuesta hacer una ronda con el tallerista, tomar contacto físico. Les es difícil salir de lo que está permitido y les parece raro no pedir permiso para ir el baño”.
La relación basada en ese respeto mutuo da sus frutos a lo largo de los tres días compartidos en cada localidad. Poco a poco, dice Luciana, “hay confianza, y después angustia porque nos vamos y ellos quieren seguir. Es un proceso largo para tan corto tiempo”, a cuyos efectos no escapan los talleristas: a la partida le sigue un instante en el que domina una sensación de vacío, que es sólo una parte de los sentimientos que aparecen “después de cerrar tres días intensos con un grupo y arrancar con otros chicos desde la misma situación”, dice Luciana.
“Pero yo siento que nos vamos habiendo hecho todo lo posible por dejar un granito de arena”, agrega. Los mails enviados por muchos chicos de los cuales se fueron despidiendo les confirman una certeza, y es que “ellos se quedan con un ‘vamos a seguir’”.

Informe: D. B.