Cuando Bettina Scherman venía a Mar del Plata a la casa que hasta los noventa tuvieron sus abuelos en la ciudad, con sus primos y sus hermanos bajaban a la playa, clavaban la sombrilla y enterraban la gaseosa en la arena, para que no se les calentara. Ahora, a sus 37, esta pediatra de Garín regresó a la ciudad de su infancia y su juventud con marido, dos hijos y ahijada, a darse unas vacaciones de pretemporada como no hacía desde hace ocho años. La familia, que pasea en un catamarán frente a la ciudad, es parte del fenómeno de la temporada. En las previsiones del gobierno provincial, del 8 por ciento que crecerá el turismo veraniego al calor de la reactivación del mercado interno.
Bettina, que se queja de que Mar del Plata se esté todavía preparando para comenzar, también es parte de la tendencia a comenzar antes el verano. Voceros de la Secretaría de Turismo bonaerense aseguran que así como antes la temporada comenzaba recién el 6 de enero, cada vez comienza antes. El año pasado, el 23 de diciembre. Y este año, el fin de semana largo del 8. “Pero a mí me jode que en Varese, por ejemplo, paguemos 30 pesos la carpa y no tengamos los baños instalados”, se lamenta Bettina. Ella supo viajar en los noventa, cuando el turismo interno decreció al ritmo de las salidas al exterior por el dólar barato. Conoció República Dominicana, Jamaica, Estados Unidos, adonde visitó a sus parientes.
“Pero nada como este mar azul”, dice en la proa del barco, rodeada de un contingente de chicos de una escuela de La Matanza, en paseo de fin de curso. El barco está lleno. Se zarandea con una ola como si se tratara de una carabela de cáscara de nuez y deja fuera de combate a más de uno. El capitán decide que si continúa hasta llegar frente al casino el riesgo puede causar peores consecuencias en los viajeros. Así que regresa y desata las protestas de estos turistas de pretemporada que no se conforman con menos que los de pleno enero. Consiguen entonces pasajes nuevos: regresarán por la noche, a ver la ciudad encendida, con sus nuevas luces.