Distintas organizaciones de automovilistas vienen luchando desde hace tiempo contra la presencia cada vez más extendida de las cámaras de vigilancia en las rutas. Estos grupos cultivan un liberalismo casi anarquista, que los lleva en muchos casos a oponerse a todo tipo de control en la autopista. Según ABD o Safe Speed, los límites a la velocidad son la razón de muchos accidentes. “Los límites que se ponen a la velocidad causan frustración, nerviosismo y pérdida de concentración en los que manejan”, señala Vickers de ABD.

Ambos grupos aclaran que sus campañas son pacíficas y respetuosas de la ley. Otras organizaciones como Motormen Against Detection (MAD, en las siglas en inglés) han pasado a la acción directa. En agosto de 2002, MAD lanzó una campaña de destrucción de las cámaras en las rutas. En algunos casos cubren al enemigo con una bolsa. En otras procuran sacarlo de acción como si se tratara de un soldado de las fuerzas del mal: rompiéndolas o desactivándolas. Un portavoz de MAD que declinó identificarse explicó al diario ABC que continuarían con esta campaña todo el tiempo necesario.

“El único objetivo de estos sistemas de vigilancia es llenar los bolsillos del Estado con las multas que pagamos los automovilistas. Estamos cansados de reducir la velocidad de nuestros vehículos, porque hay una cámara y no porque vemos que hay algo delante”, dijo el portavoz. Estos grupos son defensores del coche a ultranza que rechazan la idea del calentamiento global o de la responsabilidad de los coches en la emisión de gases con efecto invernadero.

Para algunos comentaristas de izquierda, como George Monbiot, más que románticos defensores del individualismo, son neoliberales adoradores de la cultura sin límites del coche. “Hay muchas razones para el creciente individualismo que hay en el Reino Unido. Una de esas razones es el coche. Cuando uno maneja, la sociedad es un obstáculo. Los transeúntes, bicicletas, los límites a la velocidad, la ley: son una traba a nuestro sagrado derecho a hacer los que nos venga en gana sin pensar en las consecuencias”, escribió Monbiot en el matutino The Guardian.