SOCIEDAD • SUBNOTA
› Por C. R.
Desde Mar del Plata
“Jamás olvidaré la primera ola. Fue una ola eterna. Sigue siendo eterna. Algunas veces siento que todavía sigo encima de ella. Tengo muchas olas en la memoria, pero la primera es única.” Ya superó la barrera de los 60 años. Con siete hijos, la mayoría mujeres y todos surfistas, Daniel Gil es un personaje histórico de Mar del Plata. Su pasión por este deporte comenzó en la década del ’60, cuando regresaba de una gira por Europa acompañando al equipo de fútbol de Boca Juniors –su padre, José Manuel Gil era entonces el presidente del club–. Hicieron una escala en Miami y él se maravilló al ver gente “parada arriba de una tabla, dominando las olas”. La primera vez que practicó surf fue en Brasil. Tuvo que esperar su oportunidad 20 días, hasta que le alquilaron la única tabla que había en Río de Janeiro. Por su academia de Surf Ki ki Way, en la zona de Waikiki, cerca del puerto, han pasado estudiantes de Canadá, Rusia, Alemania y Francia. “Ellos dicen que las olas de acá son buenas”, asegura Gil. Nunca tan buenas como el paisaje de rocas y mar que se puede observar desde las ventanas de la academia. La sede funciona en una pintoresca casa de madera, enclavada en las rocas. “La mayoría de los surfistas, aunque no lo sepan, se salvó la vida. No conozco a un solo surfer que vaya al psicólogo.” Daniel Gil se pone místico y afirma que el surf tiene “una conexión con el cielo”.
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