SOCIEDAD • SUBNOTA › EL ACUSADO DIJO QUE NO ESTA EN GUERRA CON NADIE
› Por C. A.
Alionzo Rutillo Ramos Mariño, alias “Ruti”, no presentaba el aspecto de un capo mafia cuando lo vieron los funcionarios judiciales en el despacho de Domingo Altieri el viernes pasado. En los cuarenta, de bermudas, remera y zapatillas sin cordones, de 1 metro 55 de estatura, morocho, de rasgos filosos y nariz aguileña, declaró tranquilo, asesorado por abogados particulares, ante el juez Domingo Altieri y la fiscal Betina Bota: “Me enteré de las muertes por tele. No recuerdo dónde estuve ese día, pero no fui a la procesión”.
Apenas si se mostró ansioso, cuando al final de su indagatoria pidió que lo trasladaran específicamente a la cárcel de Devoto –donde contaría con protección–. La lectura de los funcionarios judiciales es que hay demasiados integrantes de la banda enemiga presos en unidades como las de Marcos Paz o Ezeiza: allí podría, creen, ser hombre muerto.
“Somos amigos. Estuvimos presos juntos. Ahora cada cual hace su vida”, dijo Ruti sobre su supuesta guerra con “Salvador”, el capo narco que domina la villa 1.11.14 y al que los investigadores suponen quiso destronar con el sangriento ataque del 29 de octubre. “No sé dónde vive”, dijo. Ruti reconoció que los dos estuvieron presos al mismo tiempo por haber sido condenados por asociación ilícita por el Tribunal Oral Federal 2 de la Capital. Pero nada dijo sobre una ruptura. Sin perder el control de su declaración, sin meterse en terrenos peligrosos y sin apuntar a nadie para mantener su defensa, el hombre declaró que ya no se dedica a actividades ilegales desde que dejó la prisión. Ahora, aseguró, es confeccionista de remeras y las vende en el puesto de un primo en la feria de La Salada.
Para los fiscales que lo interrogaron, Ruti Ramos Mariño puede ser el autor de la masacre, pero aun sumergido en el hampa, sostiene algunos códigos: “Sus principios son más fuertes que la situación que está atravesando. Estamos acostumbrados a gente que cuando está entre la espada y la pared empieza a escupir para todos lados. El no. El prefirió negar sus problemas con la otra banda, decir que es inocente. Eso significa que sus conflictos quedan entre ellos. Al menos resulta un personaje extraño”, dijo una fuente presente en el interrogatorio.
La misma actitud asumió Ramos Mariño cuando el 2 de enero un francotirador le disparó al salir de su casa en el barrio Illia. Este cronista supo entonces que Ruti había sido atacado. Las versiones salidas del territorio decían que había muerto. En las fiscalías y los juzgados no aparecía registrado el hecho. Recién a los días pudieron detectarlo: Ruti había declarado que le habían intentado robar en Quilmes al 400, muy cerca de una comisaría. Lo cierto es que para robo la agresión había sido descomunal. Dos tiros le atravesaron el abdomen, pero lo dejaron en terapia apenas por una semana.
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