“Como algo de inglés ya sabemos, queríamos irnos con un poco de otro idioma para tener mejores oportunidades. Y nos decidimos por el francés porque nos dijeron que en Barcelona se habla bastante.” Ianina Di Baggio habla en plural porque está a punto de emigrar a la capital de Catalunya con una compañera de trabajo y con ella inició en marzo el curso acelerado de francés en el Laboratorio de Idiomas de la Facultad de Filosofía de la UBA. Tiene 23 años, vive en Villa Urquiza, y aunque no forma parte del ejército de jóvenes desocupados, hoy no se imagina un futuro en el país. Es instrumentadora quirúrgica y nunca pudo conseguir un trabajo decente relacionado con su profesión. “Me ofrecían trabajar 15 horas diarias y me pagaban poquísimo, muchísimo menos de lo que gano en el Call Center del Banco Francés”, contó a Página/12. Gana 500 pesos y sostiene a su madre, de 55 años, una peluquera que quedó sin empleo dos años atrás y no consiguió reinsertarse laboralmente. Con su amiga, Ianina tomó impulso para buscar nuevos horizontes a partir de un incentivo que está ofreciendo el banco a quienes renuncian y consiste en pagarles un monto equivalente a una indemnización doble. “Con ese dinero pensamos poner un bar o un cibercafé. Cinco compañeros del Call Center ya se fueron a Barcelona y les está yendo muy bien.” El “muy bien” para ella es significativo: sus conocidos trabajan como mozos, en locutorios y de albañiles. Las dos chicas partirán en julio. Se van sin permiso de residencia, aunque Ianina por tener abuelos italianos piensa tramitar allá esa ciudadanía. “Tengo miedo y me duele irme. Pero acá no podemos hacer nada. Por lo menos allá te rompés el lomo y en uno o dos años ves los frutos”, concluyó.