Los recitales al aire libre siempre suponen varias complicaciones y el de Callejeros en Córdoba no fue una excepción. La ventolina serrana terminó complicando notoriamente el sonido del grupo, sometido a un permanente vaivén que por momentos se volvió un escollo insalvable. Probablemente el apuro de la productora Nueva Tribu que regentea José Palazzo no pudo resolver en tres días un sonido más afín a las demandas del público y las características del lugar. No hubo quejas, pero en la platea alta algunas canciones –“No somos nadie”, “Rompiendo espejos”, o “Cristal”, por caso– sonaron flaquísimas. Igual que la banda, en más de un pasaje: los 21 meses de inactividad –más allá de las presentaciones esporádicas– atentaron contra la “calentura” que en las bandas de rock suele lograr la continuidad. Una calentura que no fue regla sino excepción(es): “Prohibido”, uno de los mejores temas del quinteto, u “Ojalá”, otra perlita del rock de los barrios. Alcanzó para emocionar, lo suficiente como para tapar las flaquezas musicales que ya eran conocidas antes de Cromañón.