Dom 11.03.2007

SOCIEDAD • SUBNOTA

Seis casos de grosería

Son ejemplos comprobados de causas armadas por policías. Los seis vieron sus vidas arruinadas después de largos años en prisión, encausados por pruebas tan dudosas que son descartadas por los fiscales a la hora del juicio.

› Por Raúl Kollmann

Los casos de armados policiales convalidados por la Justicia constituyen un verdadero escándalo en el que las víctimas son personas inocentes que pasan años en prisión sobre la base de pruebas groseras. Recuperan su libertad en juicios orales que se hacen con enorme demora y, como es obvio, salen de la cárcel con la vida casi destrozada.

- Pablo Rossini, 33 años, salió el miércoles de la cárcel. Su único antecedente databa de 1994, cuando fue sorprendido manejando con un registro trucho. El 24 de mayo de 2004 fue asesinado el comerciante platense Leonardo Condorí en el marco de un robo. Testigo contra Rossini fue una mujer policía que lo identificó en un reconocimiento fotográfico a partir de la toma hecha en la causa por el registro trucho, cuando Rossini estuvo apenas demorado. Otra mujer, de apellido Trotta, también fue convocada como testigo, aunque había declarado que nunca vio la cara del homicida, sólo las piernas. Cuando se realizó la rueda de reconocimiento, Trotta señaló al individuo equivocado, pero al lado estaba la mujer policía, que la rectificó y le dijo que se trataba del número uno, aunque en el momento del asesinato no tenía barba. Rossini, sin embargo, no sólo tenía barba sino que medía 1,85 y pesaba 90 kilos, características totalmente distintas de las declaradas por Trotta. Además, tenía testigos del lugar en el que estuvo el día del homicidio. Lo cierto es que sobre la base de aquella foto sacada en la causa del registro, lo tuvieron preso casi tres años en Tandil, o sea a centenares de kilómetros de su domicilio. Perdió el trabajo, sus bienes y sólo la constancia de su esposa y los abogados Oscar Salas y Diego Lacki permitieron que el fiscal de juicio Gabriel Sagastume directamente decidiera no acusar a Rossini porque consideró burdas las pruebas.

- Cristian Ramón Sosa Domínguez estuvo preso cuatro años y tres meses. Se le imputó haber participado de un asalto a Jorge Ianuzzi, oficial de policía franco de servicio que resultó herido en el robo. Ianuzzi logró herir a uno de los asaltantes y se dio la casualidad de que los dos heridos coincidieron en el mismo hospital, por lo cual Ianuzzi reconoció a Alberto Basilota, un hombre de frondoso prontuario, que estaba en una camilla cercana. Una comisión policial de la comisaría de Moreno salió a buscar a los otros dos asaltantes cuando “ven a dos masculinos corriendo y tratan de eludir al personal policial”. En esas circunstancias es detenido Cristian y un menor, los dos sin antecedentes. Ambos iban a buscar un certificado de estudio al colegio, lo cual fue corroborado por las autoridades de la escuela. Lo increíble es que Basilota se fugó al poco tiempo, con lo que una versión ampliamente difundida es que el sujeto robaba en combinación con integrantes de la Bonaerense, lo hieren y cae detenido por casualidad y tuvieron que salir a buscar dos perejiles para cargarles el robo. La maniobra policial, convalidada por la fiscal María Graciela Larroque de Santos y el juez Julio Manuel Cámpora, ambos de Mercedes, quedó claramente expuesta en el juicio oral y el fiscal desistió de la acusación. Sosa Domínguez pasó desde los 19 años hasta los 23 entre rejas.

- Daniel Fabio Galloso fue acusado del homicidio de Vicente Rodríguez, capitalista de juego, y padre de la novia de Galloso. La imputación fue por robo agravado, homicidio y una larga serie de cargos que sustentaron el pedido de prisión perpetua. La coartada de Galloso fue respaldada por numerosos testimonios, pero el fiscal José De los Santos, ex policía, famoso en Morón por sus intervenciones en causas judiciales, armó la instrucción en torno de un testigo que sostuvo que había visto salir a Galloso del escenario del crimen. El acusado, en cambio, presentó varios testigos de que a la hora del crimen estaba en casa de su hermano con personas ajenas a su familia que testificaron. En el juicio oral, el testigo clave contó con lujo de detalles cómo el personal policial lo apretó para que imputara a Galloso y que incluso su mujer fue trasladada a la fiscalía como forma de presión. El Tribunal Oral número 1 de Morón absolvió a Galloso y mandó investigar tanto al fiscal De los Santos como al personal policial. Galloso estuvo detenido desde el 28 de septiembre de 2004 hasta el mes de diciembre de 2006.

- Claudio Marcelo Herrera, trabajador de la industria del cuero, sin antecedentes, casado, un hijo. Propietario de un viejo Fiat Uno Blanco similar al usado por los homicidas de Ethel Rodoisich, dueña de la bailanta Diversión, de Quilmes, que fue asesinada cuando volvía a su casa junto a su pareja, el ex policía Silvio Lera. La instrucción quedó a cargo del subinspector Carlos Rupchienski, amigo de Lera. El oficial detuvo a Herrera sin conocimiento de la fiscalía, se le sacaron fotos y esas tomas se usaron para que luego Lera hiciera el reconocimiento de Herrera, pese a las notorias diferencias de estatura y color de pelo que constaban en las declaraciones. El único testigo que reconoció a Herrera fue, no casualmente, Lera. Con esa prueba, la causa se elevó a juicio oral y Herrera fue absuelto por los integrantes del Tribunal Criminal número 3 de Quilmes –Alicia Anache, Martín Arias Duval y Armando Topalian–, que ordenó se investigue a los policías y a Lera, el novio de la víctima. Herrera estuvo más de tres años en prisión.

- Cristian Jonathan Roldán fue detenido el 4 de marzo de 2002. Intervino en la causa el ya nombrado fiscal José Andrés de los Santos, que lo acusó a él y a otras tres personas de los delitos de robo agravado, el homicidio de un sargento de policía, José Luis Rabey, en Libertad, Merlo, la portación ilegal de armas y otros delitos por los que se preveía una pena de reclusión perpetua. Su abogado, Atilio Neira, cuenta que pese a que Roldán no tenía antecedentes, entraron en su humilde casa con una brutalidad tal que derribaron la puerta, ésta cayó sobre la cama en la que estaba la esposa de Roldán y le provocaron la muerte. “Nunca abrieron una causa por eso. Ni siquiera lo hicieron constar en el acta”, cuenta Neira. La causa fue “armada” por personal policial y se elevó a juicio oral pese a que Roldán tenía testigos del lugar en el que estuvo a la hora del asesinato. Los cuatro imputados estuvieron presos hasta julio de 2006, es decir cuatro años, y fueron absueltos por el Tribunal Criminal número 5 de Morón –Carlos Thompson, Angélica Parera y Susana Di Carlo–, que además ordenó investigar al personal interviniente.

- Luis Alberto Pedace fue detenido cuando tenía 18 años, en 2004. Se lo acusó de un robo, que supuestamente perpetró con otras dos personas en Boulogne. Los policías iniciaron una persecución por la zona, tras la cual detienen a Pedace, en la puerta de su casa, adonde se había asomado para ver qué pasaba. Estaba en pantalón, descalzo y sin camisa. No tenía antecedentes. Sin embargo, personal policial lo reconoció como uno de los que cometieron el robo. Aunque varios testigos confirmaron que estaba en su casa y que sólo salió a mirar, la instrucción siguió hasta el juicio oral. Intervino el Tribunal Criminal número 2 de San Isidro. Quedó claramente probada la maniobra policial y lo espurio de los procedimientos. Pedace fue absuelto después de estar dos años en prisión.

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