SOCIEDAD • SUBNOTA › NORMA CUEVAS, UN RELATO, UN DRAMA
› Por Marta Dillon
Es la primera vez que Norma Cuevas deja su provincia, Santa Fe. Hasta que a la segunda de sus hijas le detectaron un cáncer en la mandíbula, pocas veces había salido de Vera, un pueblito del norte cuya referencia más vital es otro pueblo, Reconquista. Uno de esos pocos viajes lo había hecho cuando Ana María Acevedo, que tendría 20 años ahora, tenía 13. Fueron juntas a Itatí, cumpliendo una promesa hecha a la virgen de la melena oscura. “Yo la promesé porque cuando nació yo tuve muchos problemas, entonces se la entregué a la virgencita, le corté el pelo que tenía hasta la cintura y lo dejé en el altar. Por eso le pido a mi abogado que me consiga una entrevista con el obispo, porque le quiero preguntar por qué la Iglesia no defendió a mi hija.”
Ana María es la joven a la que este año se le negó un aborto terapéutico y también el tratamiento oncológico que necesitaba porque los médicos del Hospital Cullen, en Santa Fe, no querían dañar al feto que estaba gestando. Norma Cuevas vino hasta Córdoba porque necesita contar su historia, poner un nombre y un apellido para eso que se repite en abstracto cada vez que se habla de las mujeres que mueren por no acceder a un aborto seguro, en un hospital público. El de Ana María fue uno de los emblemas del Encuentro. Los otros fueron los últimos tres casos de abortos no penados por la ley pero rechazados por médicos y jueces: los de Buenos Aires, Mendoza y Entre Ríos.
“A mi hija la operaron en octubre del año pasado. El médico que la operó la derivó al Cullen para que le dieran quimioterapia y rayos, él nos había dicho que podía estar bien. Y al principio me quedé tranquila, porque una cuando escucha la palabra cáncer se asusta ¿no?”, pregunta sin esperar respuesta y porque ahora las respuestas son inútiles. Porque en el Hospital Oncológico de Santa Fe no le dieron el tratamiento que necesitaba y tampoco le dijeron ni a la paciente ni a su madre por qué. “Me la internaron en ginecología, le pusieron un suerito, le hicieron análisis y nos dijeron que no había nada que hacer”, dice esta mujer de 38 que tuvo a su hija “mayora” a los 14 después de las reiteradas violaciones de su cuñado.
Norma sabe de qué se trata la violencia, sabe también que cuando algo se quiere hay que plantarse y ella lo hizo, con su vocabulario escaso, con sus pocos estudios que apenas le sirven para leer y escribir con dificultad. Así se plantó frente a los médicos que decían que no podían hacer nada por su hija para reclamar un aborto. “Mi Ana María no podía aguantar un embarazo, se moría de dolor y ya tenía tres chicos.”
Una y otra vez los derechos de su hija fueron violentados en los ocho meses que pasaron desde el primer diagnóstico. “Primero no le querían hacer los análisis, después no nos daban la plata ni el traslado desde Reconquista a Santa Fe. Y ahí en la capital todo fue peor. Le daban analgésicos pero no tratamiento; ellos querían que le creciera la panza. Un día me planté para que me atienda el director del hospital (Andrés Ellena) y le dije que le haga el aborto, y él me dijo que en ese hospital no estaban de acuerdo con el aborto y que además no iban a ir presos por mi hija.” Eso mismo que ella relata sentada en un banco de la escuela en donde funcionaron los talleres en los que participó lo dijo adentro del aula donde se debatían estrategias para el derecho al aborto.
Ana María, su hija de 20, la mayor de su marido con el que recorrió despachos y consultorios médicos, tuvo que esperar hasta los cinco meses de gestación cuando un aborto espontáneo terminó con la tortura de asistir al avance del cáncer sin nada que hacer. Y entonces fue tarde.
El gobierno de Santa Fe resolvió el caso de Ana María Acevedo quitándole a Andrés Ellena el puesto de director del Hospital Cullen. Pero ahora es jefe de ginecología y obstetricia del mismo hospital. Norma dice nunca más. Norma insiste, como tantas otras madres que siguen peleando por justicia cuando la vida de sus hijos o hijas se apagó, que no quiere que nadie más pase por lo que pasaron ellas. Y entonces habla. Y además de hablar está dispuesta a seguir el juicio contra todos los profesionales involucrados hasta las últimas consecuencias. Porque de este nunca más se habló en este Encuentro de Mujeres y a esta impunidad también se le dice basta.
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