Dom 10.03.2002
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EL IMPACTO DE LA DEVALUACION EN LA INDUSTRIA

Locomotora a media máquina

El autor afirma que el ajuste cambiario provocará crecimiento industrial si se diseña una política sectorial, que no se vislumbra.

Por Andrés López*

Antes de explorar hacia dónde puede evolucionar la industria en la “posconvertibilidad”, es útil hacer un breve balance de lo ocurrido en los últimos diez años. Entre 1991-1998 la producción industrial creció significativamente, pero menos que el promedio de la economía; buena parte de ese crecimiento compensó las pérdidas de fines de los ‘80 (en 1998 la producción industrial era apenas 19 por ciento mayor que la de 1987). La expansión industrial fue, a la vez, heterogénea. Las ramas que más crecieron fueron las vinculadas con la dotación de recursos naturales y las productoras de commodities escala-intensivos. Los sectores “perdedores” fueron los intensivos en mano de obra no calificada o calificada, así como aquellos “intensivos en conocimiento”. A lo largo de este proceso, la industria ganó, vía cambio tecnológico y organizacional, en productividad y competitividad, pero el tejido industrial se hizo menos denso, se desarticularon cadenas de proveedores y hubo una fuerte expulsión de mano de obra.
¿Dónde estamos ahora? En los últimos tres años la industria acumula una caída del 13 por ciento; en 2001 la producción estuvo casi en los niveles de 1993 y en enero último la caída interanual fue de 17 por ciento. Sin sistema de crédito, con serios problemas en la cadena de pagos y ruptura generalizada de contratos, con dificultades para importar insumos y componentes y brusca contracción de la demanda local, la única duda para este año es cuánto caerá la producción industrial.
Desde una perspectiva optimista, podría suceder que caiga en los mismos niveles que los previstos en el Presupuesto para el PBI en su conjunto (5 por ciento); en ese caso, la producción industrial de 2002 estaría por debajo de la de 1987. Está claro que se necesitará un ritmo de crecimiento muy fuerte de 2003 en adelante –tendencia que, al presente, parece improbable– para recuperar, siquiera, los niveles de producción de 1998.
¿Pueden las exportaciones, alentadas en teoría por la devaluación, mitigar esta situación? En el vecino Brasil con la devaluación de 1999 las exportaciones de manufacturas cayeron de 29 a 27 mil millones de dólares (consideremos que Brasil es una potencia exportadora industrial mucho mayor que la Argentina y que en aquel año tuvieron devaluación pero no default ni desaparición del sistema de crédito). En 2000 las exportaciones crecieron –32 mil millones de dólares–, pero en 2001 prácticamente se estancaron. No se ven razones para suponer, al presente, que en Argentina las cosas vayan a ser mucho mejores.
En cuanto a sustitución de importaciones, probablemente lleve un tiempo recomponer las cadenas de valor locales, aunque la respuesta podría ser más rápida en algunos sectores que cuentan con alta capacidad ociosa. De todos modos, el desplazamiento de la producción local por importaciones en los ‘90 no fue sólo por precio sino también por otros factores (calidad, productividad, tecnología), que obviamente no van a mejorar de un día para otro. A la vez, para que las transnacionales que decidieron mudar líneas de producción al exterior revean sus decisiones, hará falta que se consolide un esquema mínimamente previsible de política económica, lo cual llevará, seguramente, un tiempo.
En suma, creer que la devaluación, por sí sola, hará que la industria se convierta en la “locomotora” del crecimiento es un grave error. Tampoco es factible ni deseable una vuelta al ancien regime de la etapa sustitutiva. La agenda de política industrial de fines de los ‘90, para quienes creemos que dicho término no es “mala palabra”, sigue vigente: discusión de un patrón de especialización industrial sustentable a largo plazo, asistencia a las pymes en tecnología, calidad, gestión, desarrollo de cadenas de valor, diseño de una política seria para fomentar las exportaciones, ataque a las fallas del mercado financiero que dificultan no sólo la supervivencia de las firmas existentes sino el surgimiento de nuevos emprendimientos y actividades. Más temprano que tarde habrá que abordar estas cuestiones si se pretende seriamente que la Argentina tenga un sector industrial exitoso.

* Economista, investigador del Cenit.

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