Dom 25.01.2004
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LA RELACIóN DE AMéRICA LATINA CON EE.UU.

La pax estadounidense

Por Alejandro Marco del Pont*

El columnista conservador Charles Krauthammer a principios del 2003 escribió en The New York Times que “...el hecho cierto es que ninguna otra nación ha ejercido un mayor dominio cultural, económico, tecnológico y militar en toda la historia del mundo desde la época del Imperio Romano”. Hablaba, claro, de Estados Unidos. Sin embargo, algunas diferencias entre los imperios resultan notables.
Los romanos entendieron que uno de los pilares de la estabilidad imperial era el consenso de los dominados, la persuasión de las elites locales. Paz duradera, desarrollo del comercio, la industria y la agricultura, obra pública floreciente, regímenes administrativos, derechos, status jurídico como colonia, fueron algunas de las medidas de progreso implementadas. La pax romana se convertía así en un atractivo para las elites de los países dominados.
El imperio americano, en cambio, ofrece al mundo un paquete cultural y económico distinto. Guerra antes que diplomacia, capitales especulativos, cultura rentística, nichos de ganancias extraordinarias, desempleo creciente, pobreza y marginación sintetizan un modelo que hace estragos sobre los súbditos.
La realidad en el patio trasero es un sobresaliente ejemplo de lo poco fascinante que puede resultar la pax estadounidense. Entre 1980 y 2002 América latina pagó deuda por más de 725 mil millones de dólares y, aun así, multiplicó por tres su endeudamiento. La pobreza castiga a 220 millones de latinoamericanos y 20 millones se encuentran desempleados. Si se hiciera un ranking de las diez economías más grandes del continente en base a sus ingresos en dólares, con datos de 2002, éste quedaría así: EE.UU. (10.445 billones), Canadá (727.800 millones), México (641.000 millones), Brasil (448.700 millones), Wal-Mart (246.500 millones), ExxonMobil (182.400 millones), General Electric (131.600 millones), Argentina (103.000 millones), Venezuela (90.400 millones), IBM (83.100 millones). El PIB latinoamericano no alcanza a cubrir el ingreso de las primeras ocho empresas estadounidenses.
Estas grandes firmas usan su enorme poder para influir y hasta dictar las políticas sociales, económicas y comerciales de las naciones, usurpando los roles y responsabilidades del sector público, amenazando la democracia y la gobernabilidad. Todos los principales colaboradores del actual presidente estadounidense pasaron por alguna de esas grandes empresas o dirigieron firmas vinculadas al complejo militar. Aunque ya nadie cree en los recortes fiscales a las empresas, obra y gracia de una teoría garabateada en el dorso de una servilleta de papel y conocida como la curva de Laffer, se siguen aplicando.
Este año habrá elecciones y, para ganarlas, George W. Bush necesitará legitimar el andamiaje sobre el que se mueven las empresas que representa. Ser el gendarme del mundo puede traer grandes beneficios al complejo militar, pero el modelo de exclusión deberá ser revisado a pesar de las 500 empresas dueñas de la humanidad. Por las dudas, y si esto no sucediera, ave Bush.

*Economista. Director de la KP&M Consultores

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