Dom 29.02.2004
cash

LA SITUACION DE LA ECONOMIA CUBANA

Una, dos, tres monedas

Uno de los principales
economistas de la isla explica ventajas y riesgos de una economía planificada que se abre al mercado.

Por Alejandro Bercovich
Desde La Habana

Mientras se agudiza la presión estadounidense contra Cuba y se multiplican las especulaciones acerca de la era post-Fidel, la economía de la isla sigue sorprendiendo a propios y extraños. La locomotora del turismo permitió elevar el nivel de vida general, pero a costa de nuevas desigualdades entre quienes acceden al dólar y quienes no. Y el gobierno debió introducir algunos mecanismos de mercado donde regía pura planificación.
Los cambios se aceleraron desde que en junio de 1993 se legalizó la circulación del billete estadounidense, como un paliativo temporario para el “período especial” que sobrevino al derrumbe de la URSS. Después, las playas de Varadero desplazaron del mapa económico a los ingenios azucareros del interior, y el turismo creció hasta aportar unos 2 mil millones de dólares el año pasado, lo cual permitió un incremento del PIB del 2,6 por ciento. Hoy, los cubanos se manejan con tres monedas –el dólar, el peso cubano y el peso convertible–, a las que se suma una cuarta para transacciones entre empresas y comercio exterior. Los shoppings y las tiendas de divisa (ex diplo-tiendas) ya no son sólo para turistas sino para cualquiera con billetes verdes en el bolsillo. Y los precios de los productos y servicios varían según el lugar y el momento en que se quieran adquirir, al tiempo que el mercado negro cubre los baches del aprovisionamiento cotidiano.
“La libreta de racionamiento sigue siendo un eje importante, pero ya no es el único, y hay que complementarlo con otros ingresos. Ya no es sólo el Estado el responsable de darle de comer a la gente, y el individuo tiene que procurarse otra parte”, admitió en diálogo con Cash el economista Juan Triana, que dirige el Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC), el think tank más prestigioso del país.
¿No temen que la circulación masiva del dólar acentúe diferencias sociales y afecte las relaciones de solidaridad que hay en el pueblo?
–Ese es un peligro que se afronta, pero tampoco hay demasiadas opciones. Construir el socialismo desde el subdesarrollo en un tiempo tan complicado como éste es realmente un tema inédito, y no hay manuales para eso. Hace falta ir probando, en base al método universal de la prueba y el error. Hay que identificar tres o cuatro cosas que son inamovibles, pero el resto tiene que poder moverse.
Esos ejes inamovibles siguen siendo para el gobierno cubano la salud, la educación y los gastos sociales, que acapararán casi 12 mil millones de dólares de un presupuesto 2004 de 20.600 millones.
“En Cuba hay una segmentación de mercados muy grande, y lo que funciona para uno, no lo hace para el otro. A diferencia de lo que ocurre en los países capitalistas, todos son mercados de absorción, o sea que en general hay siempre más demanda que oferta. Y en un mercado con precios controlados y oferta regulada, las variaciones de la corriente monetaria no se reflejan siempre en las tasas de interés o en los precios sino que pueden generar desabastecimiento”, explicó Triana.
Los subsidios más importantes se dirigen a las bodegas estatales, donde se distribuyen los productos de la libreta de racionamiento y se venden otros en moneda nacional, a precios fijos. En las tiendas de dólar -también estatales–, los precios son igualmente fijos, pero incluyen fuertes impuestos que se aplican indirectamente a quienes acceden a la divisa. El problema aparece cuando una familia agota su cuota de un bien crítico como el aceite, y debe acudir forzosamente a esas tiendas.
En cafeterías, bazares, negocios de ropa y otros locales, la mayoría de propiedad estatal, se pueden ver pizarras con dos columnas: en una están los artículos que se venden en dólares, y en la otra los que se adquierencon pesos cubanos. A esos mercados regulados se suman otras dos vías de comercialización con libre formación de precios. La primera son los agromercados, que surgieron clandestinamente y luego fueron permitidos, donde productores agrícolas individuales y cooperativas venden su propia producción en moneda nacional pagando un canon al Estado. La segunda es el mercado negro, que es tolerado en muchos casos y mejora el acceso de la población a los alimentos en las provincias rurales del centro de la isla.
Para Triana, la multiplicidad de monedas y precios “definitivamente genera ineficiencias, pero es un problema de elección, porque uno escoge esas ineficiencias económicas u otras ineficacias sociales”. De todos modos, esa opción en la mayor de las Antillas está condicionada fuertemente por más de cuarenta años de bloqueo. “Los procesos de ajuste monetario, en términos neoclásicos, se hacen buscando generar la menor cantidad de ineficiencias, pero son brutales. En Cuba no ha sido así, entre otras cosas porque el manejo de la economía está muy centrado en lo social”, concluyó el economista.

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