Dom 07.03.2004
cash

Los Cruzados

› Por Fernando Krakowiak

Argentina anunció la noticia con entusiasmo y Brasil con prudencia. El próximo 16 de marzo representantes de ambos países discutirán en Río de Janeiro una estrategia conjunta para negociar la deuda. La última vez que se intentó conformar una alianza frente a los acreedores fue en la ciudad de Cartagena en 1984 y terminó en fracaso (ver aparte). El primer efecto de esa alianza fue cuando Lula apoyó a la Argentina en una charla con Bush. De todos modos, la iniciativa de aunar esfuerzos argentinos y brasileños genera interrogantes porque los mayores socios del Mercosur vienen aplicando recetas opuestas. Argentina cayó en default hace más de dos años y mantiene un duro enfrentamiento con sus acreedores en un contexto de fuerte reactivación, mientras que Brasil decidió profundizar la ortodoxia económica para evitar la cesación de pagos, aún a costa de resignar el crecimiento. Los escépticos sostienen que en este contexto será difícil ir más allá del “gesto político” de mutuo apoyo. Sin embargo, hay quienes aseguran que la conformación de un frente común podría servir para forzar cambios en la relación con los organismos multilaterales e incluso para coordinar políticas macroeconómicas. A continuación Cash detalla, de menor a mayor, los cambios que podrían venir si la articulación con Brasil se extiende a temas financieros.
1 Apoyo político. Es lo mínimo que se puede esperar en el caso de que el vínculo entre ambos países se fortalezca. El apoyo resultará de suma importancia, sobre todo para la negociación que está llevando adelante Argentina con sus acreedores y el FMI. Lula dio el primer paso el último martes al pedirle a George Bush que el Grupo de los Siete tenga en cuenta la recuperación económica del país y la “seriedad y responsabilidad” con la que manejó sus cuentas. Luego repitió el gesto ante Aznar, Chirac y Schröder. El dato no es menor porque la recomendación no viene de una oveja descarriada sino de quien se desempeñó como el mejor alumno de la clase durante el año pasado según la escala de méritos que impone el FMI. Hasta ahora, Brasil se había mostrado indiferente en los peores momentos que atravesó Argentina al negociar con el Fondo e incluso su representante en ese organismo, Murillo Portugal, llegó a pronunciarse en contra de la estrategia sostenida por el gobierno de Kirchner. Un cambio de postura puede ayudar a que la situación argentina sea vista como parte de un problema sistémico que hay que resolver para evitar crisis futuras y no sólo como una consecuencia de las decisiones equivocadas de política económica que llevaron adelante los sucesivos gobiernos nacionales.
2 Negociación con el Fondo Monetario. La posibilidad de elaborar una estrategia común para la deuda se reduce a la relación con los organismos multilaterales. Es casi imposible pensar en un acuerdo para negociar con los acreedores privados mientras Argentina permanezca en default y Brasil siga pagando sus obligaciones. No obstante, si ambos países pudieran modificar algunas de las condiciones que impone el FMI se podrían dar por satisfechos, por lo menos en una primera etapa. Durante los últimos años, el Fondo introdujo modificaciones de tono claramente restrictivo para el otorgamiento de recursos. Por ejemplo, a partir del 28 de noviembre de 2000 se decidió acortar el plazo de devolución de los préstamos y aumentar la tasa de interés para desalentar la utilización de dinero del Fondo por parte de aquellos países que tuvieran acceso al mercado privado. El plazo de devolución se acortó a partir de la generalización de la figura de “expectativa de repago” que precede a la “obligación de repago”. Si el país no cumple con la “expectativa” debe solicitar una extensión del plazo, la cual en caso de no ser autorizada lo deja sin derecho a recibir recursos. A su vez, la tasa de interés se incrementó 3 puntos por encima de la tasa básica inicial del Fondo, surgida de la combinación de las tasas de interés en dólares, yenes, euros y libras. Estas restricciones que encarecen los créditos podrían ser modificadas si dos de los principales deudores ejercieran una presión conjunta, pudiendo sumar luego a otros adeptos de la región.
En el Acuerdo Constitutivo del FMI no figura ninguna cláusula que lo defina como un acreedor privilegiado. Por lo tanto, el default con el organismo no debería ser penado si el país se ve imposibilitado de pagar debido a la crisis que atraviesa. No obstante, esta situación podría evitarse si el organismo prorrogara la devolución de préstamos de un país que se encuentra en crisis, posibilidad que si está contemplada en su Acuerdo Constitutivo. Además, se podría negociar con FMI para que no se contabilice como déficit la inversión pública, tal como reclama Brasil. En el Tratado de Maastrich, los países de la Unión Europea permitieron un déficit de hasta un 3 por ciento porque consideraron que 3 puntos de inversión eran indispensables para el desarrollo. Argentina y Brasil podrían negociar una baja en el superávit si se comprometieran a destinar esos recursos a la inversión.
Por último, podrían proponer la constitución de un Tribunal de Quiebras para los países en default. Así las naciones con problemas estarían en condición de solicitar la convocatoria de acreedores para evitar que haya pleitos judiciales en su contra mientras dura la negociación. Luego el Tribunal sería el encargado de decidir cuánto puede pagar el deudor como ocurre en el ámbito comercial para evitar negociaciones interminables y discrecionales como la que está protagonizando Argentina. La flamante directora –interina– del FMI, Anne Krueger, presentó un proyecto con estas características en noviembre de 2001, pero la iniciativa no prosperó.
3 Coordinación macroeconómica. Es uno de los pasos más difíciles de concretar, pero Argentina y Brasil ya han dado muestras de poder articular políticas macroeconómicas para negociar conjuntamente en el ámbito comercial. En las discusiones para ingresar al ALCA fijaron una posición común como Mercosur, en la Organización Mundial del Comercio operan bajo el paraguas del Grupo de los 20 y la pelea contra los subsidios agrícolas la están llevando adelante desde el Grupo Cairns. Por lo tanto, parecería no haber impedimentos para comenzar a avanzar en una integración financiera. Una opción es seguirle los pasos a la Unión Europea y desarrollar un fondo de reserva del Mercosur similar al Fondo Europeo de Desarrollo para aumentar la liquidez sistémica y reducir la exposición a los shocks externos. También se podría esperar una coordinación que establezca un límite de endeudamiento para la región como sucede en Europa donde la deuda de los países miembros de la Unión no puede superar el 60 por ciento del Producto. Sería una manera elegante de proponer un mayor control de capitales para reducir la inestabilidad de la región.
La posibilidad de concretar alguna de esas propuestas dependerá de la voluntad política en las partes. Argentina parece decidida a avanzar en esa dirección, pero en Brasil las aguas están divididas. El asesor internacional de Lula, Marco Aurelio García, y su vicepresidente José Alencar son proclives a impulsar una mayor integración, mientras que el ministro de Economía, Antonio Palocci, y el canciller, Celso Amorin, no parecen muy entusiasmados. Son pocos los que creen que Argentina y Brasil quieran impulsar un club de deudores para equilibrar la relación con el G-7. Sin embargo, los acreedores han comenzado a preocuparse porque su apuesta siempre fue por la división de América latina.

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