Lento, pero...
› Por Fernando Krakowiak
A comienzos del 2002, la devaluación fue presentada por sus impulsores como la herramienta principal para recuperar competitividad y garantizar un "boom exportador". Entonces se afirmó que el nuevo modelo de tipo de cambio real alto abriría nuevos mercados en el exterior para los productos argentinos, incentivando una mayor exportación de manufacturas con alto valor agregado. Situación que provocaría un aumento en la capacidad productiva y en el nivel de empleo. La contención de las presiones inflacionarias determinó el mantenimiento de un tipo de cambio real un 120 por ciento más alto que el vigente durante la convertibilidad, luego de haber alcanzado un pico máximo de 180 por ciento. Sin embargo, entre el primer semestre del 2001 y el 2004, las exportaciones crecieron apenas 13,9 por ciento en precios y 7,8 por ciento en cantidades, pese al espectacular aumento en los precios del petróleo y la soja, dos complejos que en los primeros siete meses del año representaron el 45,9 por ciento de las exportaciones.
En el Gobierno sostienen que el impulso exportador no fue mayor por el default de la deuda pública, la falta de financiamiento, la contracción de la demanda brasileña y el crecimiento de la economía, que llevó a comercializar en el mercado interno productos que suelen ser exportados cuando la demanda local disminuye. No obstante, los críticos de la "salida exportadora" les suman a esos factores la ausencia de una política industrial que ayude a aumentar y diversificar la oferta productiva. Martín Schorr, economista de Flacso, afirmó a Cash que "es utópico creer que la actual estructura exportadora va a ser el elemento dinámico del nuevo modelo. Es decisivo impulsar una reindustrialización para empezar a diversificar la oferta, ampliar los mercados y sumar nuevos jugadores a la exportación".
La Argentina representa el 0,4 por ciento del comercio mundial, igual que en los últimos años de la década del '90. Por lo tanto, es posible pensar en ampliar esa participación, pero en la actualidad la oferta local está hegemonizada por productos primarios y manufacturas de origen agropecuario que tienen fuertes límites a su expansión por las políticas proteccionistas aplicadas por los países centrales, que van desde la imposición de diversas barreras arancelarias hasta el otorgamiento de subsidios. Además, esos productos generan una demanda de empleo casi nula y son escasamente dinámicos porque son tomadores pasivos de precios internacionales y suelen estar sometidos a fuertes fluctuaciones, situación que acrecienta la inestabilidad exportadora.
Desde la devaluación se difundieron experiencias de pequeñas y medianas empresas que lograron comenzar a exportar productos diferenciados o mejoraron su nivel de ventas a partir de la modificación de los precios relativos. Es el caso de la empresa Galileo, exportadora de kits de gas natural comprimido a China, de la autopartista rafaelina Edival que vende válvulas para las fábricas europeas de Mercedes-Benz y Scania, de productores de vinos finos, frutas secas, textiles y de otro conjunto de bienes con valor agregado. Incluso el número de compañías exportadoras aumentó de 11.306 a 13.686 entre el 2001 y el 2003, según datos del Centro de Estudios para la Producción.
Sin embargo, la mayor dinámica de algunas pymes no sirvió siquiera para impedir un crecimiento de la concentración. Un informe de Flacso revela que en ese mismo período las cien mayores empresas exportadoras aumentaron su participación en el total exportado de 68,6 a 82,1 por ciento, pese a representar menos del 1 por ciento del total de firmas que comercian con el exterior. En el otro extremo se ubicaron 5570 micro y pequeñas empresas, las cuales representan al 41 por ciento de los exportadores, pero facturaron sólo 207 millones (0,7 por ciento del total). El nivel de concentración es alto en la mayoría de los países de la región, pero la Argentina se ubica por encima de Chile y Brasil. En el país transandino, por ejemplo, según un informe reciente publicado en la revista de la Cepal, sólo 25 empresas concentran el 49,1 por ciento de las exportaciones, mientras que en la Argentina el mismo número de compañías suma el 62,9 por ciento de las ventas externas.
La situación comenzó a revertirse levemente en el primer semestre del año. El Centro de Economía Internacional informó que las exportaciones de las pymes crecieron un 19 por ciento, mientras que las grandes compañías lo hicieron sólo un 13 por ciento. Entre las causas de la recuperación se encuentra la mayor demanda del Mercosur, fundamentalmente de Brasil. Aunque también crecieron las ventas a la Comunidad Andina y a Chile. Esos tres destinos concentran el 48 por ciento de las exportaciones pymes. El dato entusiasmó a los funcionarios de la Cancillería porque los productos pymes conllevan un mayor valor agregado. Las manufacturas de origen industrial explicaron el 54 por ciento de las ventas de las compañías medianas el año pasado y el porcentaje sube al 77 por ciento si sólo se considera a las micro y pequeñas empresas. El valor relativo por unidad exportada también es mayor en estos segmentos. Las micro y pequeñas empresas vendieron en el 2003 a un promedio de 909 dólares la tonelada, mientras que las grandes vendieron a 290 dólares promedio.
No obstante, el crecimiento de los últimos meses es leve en el total exportado y todavía está lejos de representar una tendencia sostenida porque la mayoría de las pymes exportadoras tiene un comportamiento fuertemente discontinuo. Durante los últimos tres años, el 94 por ciento de las grandes empresas exportó sin interrupciones, mientras que sólo el 36 por ciento de las micro y pequeñas tuvo la misma constancia. Este segmento también tiene una alta tasa de ingreso y egreso al negocio de la exportación. Según datos del CEP, el 33 por ciento de las empresas que exportaron en el 2002 dejó de hacerlo durante el 2003, al mismo tiempo que se incorporó un 28 por ciento de empresas nuevas. Esa rotación implica notables pérdidas para las compañías porque para comenzar a exportar se necesita estudiar mercados, viajar y establecer relaciones con socios locales y potenciales clientes. En el caso de las pymes, los costos de entrada se reducen porque suelen comerciar con mercados cercanos, pero si las ventas son ocasionales el saldo suele ser negativo.
Además del incipiente crecimiento pyme, en el Gobierno celebran el aumento de las exportaciones de automóviles a mercados no tradicionales como México, Chile, Alemania y Arabia Saudita, las ventas de miel a Australia, Sudáfrica y Colombia, las colocaciones de tubos de hierro y acero a Estados Unidos y Argelia, y la venta de peras y manzanas a Hong Kong y Emiratos Arabes. Aseguran que "el nuevo paradigma exportador está en marcha" y que en los próximos meses las cantidades exportadas seguirán aumentando. Sin embargo, hay varios sectores produciendo al límite de su capacidad instalada, y varios analistas sostienen que el despegue no se producirá sin reglas de juego claras que garanticen un aumento de las inversiones. Incluso hay quienes reclaman una política industrial más agresiva, la que consideran indispensable para posibilitar un "boom exportador" que todavía se hace desear.