Dom 30.01.2005
cash

EL RESTO DEL MUNDO FINANCIA EL CONSUMO DE LOS NORTEAMERICANOS

Estados Unidos, el dueño de la perinola

Contra la opinión de que el déficit externo norteamericano es un síntoma de decadencia, para el autor es una señal de fortaleza. Todos ponen para que Estados Unidos viva mejor.

Por Alejandro Marco del Pont *

Desde hace más de 2000 años las principales monedas que movieron al mundo han cambiado de hegemonía en muchas ocasiones. Tanto el denario romano como el florín holandés y la libra esterlina han cumplido ciclos. El dólar ha dominado por más de sesenta años la actividad comercial y financiera mundial, pero ha venido perdiendo peso pasando de ser el responsable del 80 por ciento de las reservas mundiales a mediados de los años sesenta al 65 por ciento en el presente.

Actualmente, la moneda norteamericana aparece rodando en caída libre y todos simpatizan con el déficit crónico de Estados Unidos, su baja tasa de ahorro y su irreverente consumo como punto central de la conmoción.

En contraposición a la mayoría de los análisis, en mi opinión el déficit norteamericano es un rasgo de fortaleza de la economía del Norte y no de debilidad. Imagine cuántos países podrían soportar desequilibrios de la magnitud de Estados Unidos, cuántas naciones podrían gozar de semejante capacidad de consumo en base al crédito, a la escasez de ahorro y al subsidio de ultramar que atraen.

Veamos estas características un poco más de cerca. Más del 90 por ciento del déficit en cuenta corriente norteamericano proviene de la balanza comercial y cerca del 40 por ciento de este desequilibro se origina en el comercio con sólo dos países: China y Japón.

EE.UU. aumentó de manera progresiva las importaciones mientras que el dólar se depreciaba en un 50 por ciento. Como muestran los números, la balanza comercial norteamericana no sólo no revirtió su tendencia, sino que agravó su rumbo deficitario. Una simple cuenta, pensando a futuro, desmitificaría la devaluación del dólar como mecanismo de recomposición de la balanza comercial y hasta de la cuenta corriente. La diferencia entre exportaciones e importaciones norteamericanas rondaba el 50 por ciento. Es decir, que si las importaciones aumentaran en un 10 por ciento, las exportaciones tendrían que hacerlo a un ritmo del 15 por ciento para mantener el déficit actual, suceso poco probable.

Dependiendo de la cantidad de días que se tomen, EE.UU. necesita entre 1600 a 1800 millones de dólares diarios para financiar el déficit en cuenta corriente. De cada 100 dólares que produce, gasta 105. Más del 70 por ciento del PBI norteamericano está destinado al consumo. Si los ingresos caen, y el ahorro también, ¿quién se encarga de subsidiar este despilfarro?

En este mundo financieramente desequilibrado, EE.UU. se encarga de consumir e importar mientras que Asia ahorra y exporta. Este es el circuito. La única manera de mantener el constante aumento del consumo es que el resto del mundo pueda tener un gran superávit con EE.UU., siempre y cuando las ganancias sean reinvertidas en Estados Unidos.

China tenía en el año 2000 unos 104.000 millones de dólares de reservas de los cuales el 90 por ciento se encontraban en dólares. Hoy sus reservas llegan a 515.000 millones, y unos 460.000 millones están invertidos en dólares. Japón se encuentra aun peor, de los U$S 361.000 millones de principios del 2000 ha arribado a los U$S 840.000 millones de reservas. Entre ambos países sobrepasan el billón de tenencias en dólares.

Más del 40 por ciento de las exportaciones de China a Estados Unidos provienen de subsidiarias norteamericanas en el país asiático y casi el 50 por ciento de las exportaciones europeas son de empresas estadounidenses del otro lado del Atlántico. Si el dólar se deprecia, las ganancias en términos de exportaciones para estas subsidiarias son mayores. Es decir, la posición neta de las inversiones norteamericanas en el extranjero aumentan a medida que el dólar se deprecia.

La estrategia resulta a todas luces de una sencillez franciscana. La política de mantener un dólar bajo no se encuentra dirigida a sanear el frente externo norteamericano, sino a trasladar su crisis, licuar sus pasivos obteniendo mayores grados de libertad para encontrarfinanciamiento y desplazar al euro del juego. Si los países asiáticos que exportan a EE.UU. deciden compran euros, aceleran la caída del dólar, si compran dólares aumentan sus pérdidas por la devaluación de la moneda.

Algunos países podrán sentarse a ver el partido desde la tribuna, si optan por modificar su cartera dándole una mayor participación al oro que a otra moneda. Los que no puedan hacerlo navegarán con subas del petróleo, mayor inflación y tasa de interés más altas. Mientras tanto, como en la perinola, todos ponen para que Estados Unidos viva mejor.

* Economista.

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