INVESTIGACION: LOS PRONóSTICOS DE LOS GURúES
Cash revisó las proyecciones que elaboraron en diciembre de 2004 los economistas de la city para el 2005. Contrastó los datos con los últimos indicadores de la economía y, otra vez, como en años anteriores, se registraron diferencias notables. Para evitarles más papelones, no fueron convocados a dar sus proyecciones para el 2006.
› Por Fernando Krakowiak
La economía se ha vuelto indescifrable para los gurúes del mercado. En el primer semestre de 2002, pronosticaron un dólar a 20 pesos, hiperinflación y cierres masivos de bancos. Finalmente el apocalipsis no llegó y la economía comenzó a crecer. En 2003 hablaron de “rebote” y “veranito”, queriendo marcar el carácter momentáneo de una recuperación condicionada por la falta de crédito, la “inseguridad jurídica” y el congelamiento de tarifas, pero la economía siguió mejorando. En 2004 dijeron que se estaba produciendo una “desaceleración” y un “amesetamiento” por la crisis energética, la “falta de inversiones” y la incertidumbre que generaban la renegociación de la deuda y la pulseada con el FMI. Sin embargo, la bola de cristal se les volvió a nublar. Con los pronósticos para 2005 también fueron cautelosos y fallaron de nuevo. Cash revisó las proyecciones que elaboraron en diciembre de 2004 las principales consultoras, centros de estudio y universidades para el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que difunde el Banco Central. Contrastó los datos con los últimos indicadores de la economía y registró diferencias notables. Las estimaciones de crecimiento que formularon los gurúes promediaron 5,8 puntos, pero la economía crecerá 9, un 55 por ciento más. La inflación también los tomó por sorpresa. Proyectaron 7 puntos y terminará siendo de 12, un 72,8 por ciento más alta. En la estimación del superávit tampoco tuvieron suerte. Previeron un saldo de 9428 millones de dólares, pero las proyecciones recientes indican que superará los 11.500 millones. Otro gran error de los economistas fue la estimación respecto de cuánto se incrementarían las reservas. Anunciaron una suba de 1600 millones de dólares, pero el Banco Central informó esta semana que cerrará el año con 7000 millones extra, 337 por ciento más de lo proyectado en el REM.
Los protagonistas de esta sucesión de papelones son los cotizados economistas de la city. Profesionales de consulta de los medios de comunicación. Son hombres que vienen analizando la economía hace por lo menos tres décadas. La mayoría fue testigo directo de la turbulenta historia económica de los últimos treinta años: el “Rodrigazo”, la liberalización financiera, la tablita de Martínez de Hoz, las mesas de dinero, la plata dulce, la estatización de la deuda, la economía de guerra, la hiperinflación, las privatizaciones, la convertibilidad, el corralito y el default. Vivieron una historia vertiginosa.
Sin embargo, parece que la experiencia los ayudó poco en su papel de analistas. Ni siquiera los complejos modelos econométricos y el tropel de asesores que trabaja para ellos les sirvieron para predecir una realidad que les es cada vez más esquiva. En el informe de diciembre de 2004 que el Banco Central les envía a todos los participantes del REM, al que accedió Cash, se puede observar que un 25 por ciento de los consultados pronosticó en promedio que el último día de diciembre de este año un plazo fijo en pesos a 30 días iba a otorgar un 10 por ciento de interés (en la actualidad la tasa de referencia es 4,09). Otro 25 por ciento de los consultados (¿serían los mismos?) proyectó en promedio un dólar de 3,70 pesos para la misma fecha, y en la pregunta sobre la evolución del PIB ni siquiera el 25 por ciento más optimista logró una cifra certera (promediaron el 7,8 por ciento, contra el 3,5 del cuarto más pesimista). Con las exportaciones sucedió lo mismo. El resultado promedio indicó que las ventas al exterior sumarían 35.175 millones de dólares y el pronóstico del 25 por ciento más optimista llegó a 37.500 millones. Sin embargo, entre enero y octubre las exportaciones suman 33.283 millones y se proyecta que llegaran a 40.000 al finalizar el año.
Las equivocaciones de estos especialistas no son intrascendentes, porque la mayoría asesora a prestigiosas empresas y se supone que lo hace a partir de sus pronósticos. La palabra de algunos gurúes es tomada muy en cuenta por el establishment a la hora de invertir. Por lo tanto, si hubieran estado un poco más precisos en sus juicios, las ganancias de las empresas y las variables económicas habrían arrojado resultados aún más positivos. Esa hipótesis no permite explicar por qué algunos gurúes siguen siendo consultados ávidamente por los empresarios, pese a no acertar un pronóstico desde hace varios años. Otra opción es que las predicciones equivocadas no respondan a la impericia profesional sino a una actitud de lobby tendiente a utilizar los malos presagios para debilitar un modelo económico que perjudica a un determinado sector o para facilitarles la obtención de prebendas a ciertos empresarios “víctimas” de esos malos augurios. Aunque también cabe la posibilidad de que los yerros sean sólo una consecuencia del filtro ideológico con el que se observa la realidad.
Cuando explican sus errores, algunos economistas mencionan entre las causas la imposibilidad de predecir oscilaciones bruscas en el comportamiento de ciertas variables clave para la economía argentina, como los precios de los commodities agroindustriales y del petróleo provocados por factores climáticos, atentados terroristas y conflictos bélicos. Esa es una explicación razonable si se toma en cuenta que la economía no es una ciencia exacta sino social. El problema es que muchos analistas resaltan el carácter social de la ciencia cuando deben justificar sus errores y reivindican su componente técnico cuando venden sus informes de consultoría sin aclarar que, como decía el inolvidable Tu Sam, pueden fallar.
Otra forma llamativa de justificación es la que eligió el economista Juan Llach cuando el diario La Nación lo consultó sobre el tema el 14 de agosto de este año. En esa ocasión, Llach afirmó que “los pronósticos fallan porque suponemos que la política económica va a ser más racional de lo que es. Este año hubo una expansión desmesurada del gasto público que superó las previsiones más pesimistas. Uno suponía que, por ser un año electoral, el gasto iba a subir, pero el aumento fue mayor a lo esperado”. La explicación no resulta muy convincente. Se supone que en estos casos la tarea del economista no es prever la medida más racional sino la que efectivamente se llevará a la práctica, pues si no alcanzaría con leer los libros de teoría económica para predecir el futuro.
La desilusión que generan los pronósticos de los economistas llevó a Cash durante los últimos años a recurrir a otras fuentes. En diciembre de 2002 se consultó a astrólogos y humoristas. Luego fue el turno de especialistas en las ciencias ocultas, la religión, la magia, la astronomía y la meteorología, hasta que las opciones se agotaron. Por ese motivo en esta oportunidad el suplemento decidió evitar las proyecciones para el 2006, descartando desde ya las de los economistas profesionales. Luego de un año de intenso trabajo, no es justo amargar al lector con fábulas esperanzadoras o profecías sombrías que, como se sabe, la mayoría no se cumple.
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