Dom 11.12.2005
cash

ESTADOS UNIDOS Y LA PERIFERIA

“Neoliberalismo adaptado”

El profundo desequilibrio fiscal de EE.UU. requiere de una emisión creciente de deuda, que provoca tensiones en el movimiento de capitales mundial.

› Por Verónica Gago

Al insistir con que “el neoliberalismo no es una ideología, sino un período del capitalismo en el que estamos desde 1980”, el economista francés Gérard Duménil enfatiza los cambios actuales sin perder de vista que los objetivos sustanciales de las décadas pasadas se mantienen. Duménil dictó varias conferencias en Buenos Aires invitado por el IADE y en diálogo con Cash se refirió a las contradicciones del “imperialismo en la era neoliberal”.

¿Por qué subraya su carácter de clase a la hora de definir el neoliberalismo?

–Porque su característica fundamental corresponde a la recuperación de las clases capitalistas cuyo poder había disminuido en las dos décadas anteriores. Esto en términos de ingresos es muy claro. ¿Cómo se recuperaron tan rápido? Bastante sencillo: aumentaron las tasas de interés reales; en Estados Unidos esto fue iniciado por el ex titular de la Reserva Federal Paul Volcker en tiempos de Ronald Reagan. Se insiste en hablar de una “ideología neoliberal” en tanto ideología del mercado, pero ésa no es definición suficiente del neoliberalismo. La naturaleza del neoliberalismo está dada por una meta de clase. Por eso no debe confundirse la meta –que es mucho más importante– con los métodos.

¿Qué implica entonces el cambio de métodos?

–El mundo va a entrar probablemente en un nuevo período que será diferente al neoliberalismo en varios aspectos. Por ejemplo, las tasas de interés ahora son bajas, con niveles comparables a los años ’80, y la bolsa no puede seguir aumentando como lo hizo en los ’90 porque va a fluctuar. Entonces, el neoliberalismo como método para aumentar el ingreso de las clases capitalistas se está acabando. Pero ya encontraron otro método. Para ejemplificarlo desde un punto de vista nacional: en Estados Unidos la manera actual de apoderarse del plusvalor social está cambiando mucho, ya que las familias más ricas ahora sacan el dinero de las empresas de forma directa, con salarios increíbles. Puede decirse que va acabándose el Consenso de Washington, pero dentro de la lógica de la nueva etapa del neoliberalismo, la apertura comercial queda como un aspecto esencial. El problema es que Estados Unidos va a querer controlar los movimientos de capitales a raíz de la deuda que ha acumulado. Y en este caso será difícil que los otros países no se protejan también. Esto genera contradicciones muy fuertes.

¿Cómo se llega a este proceso?

–Desde 1980 las tasas de crecimiento disminuyeron de manera muy fuerte, inclusive en Estados Unidos. Las excepciones son China e India. El neoliberalismo tiene un papel fundamental en esto. En los años ’60 las empresas invertían sus ganancias y con el neoliberalismo, en cambio, esas ganancias se distribuyen como intereses. En esta dinámica, lo que ocurrió en Argentina, por ejemplo, es que las clases acomodadas no bajaron el nivel de sus gastos aun cuando bajó la tasa de crecimiento y enviaron su dinero afuera en vez de financiar el crecimiento.

¿Y China?

–China es otro modelo y creo que se asemeja mucho a la situación argentina actual en el sentido de que es un país que se vende muy barato al resto del mundo. Es así que atraen flujos de inversión directa muy fuertes. La tasa de cambio del yuan es el 25 por ciento de su valor real, es lo mismo que en Argentina en términos de devaluación de su moneda. La diferencia es que en Argentina la mano de obra no es tan barata como en China, por lo menos todavía. Cuando la competencia brutal entre países de la periferia es por venderse lo más barato posible al centro, se trata de una forma de sumisión al imperialismo que debe rechazarse políticamente.

¿Cómo se sustenta esta forma de imperialismo que usted analiza?

–Los Estados Unidos son un país imperialista muy fuerte: tienen una capacidad de exportar capitales muy eficiente, con tasas de rendimiento muy alto, y tienen habilidad para imponer su voluntad al resto del mundo sin dudar en utilizar la violencia. Pero esta trayectoria de dominio tiene sus fuertes contradicciones y se debe a que depende de los fondos que les llegan del resto del mundo, lo que usualmente se llama la deuda externa norteamericana. Es una configuración que implica simultáneamente una forma de dependencia y una forma de poder, y su dilema fundamental es el control de las capas capitalistas del resto de los países para que inviertan sus ganancias en Estados Unidos y por tanto asegurar su existencia como rentistas. El caso de las capas capitalistas argentinas es claro y paradigmático de un funcionamiento global: venden sus empresas, compran títulos de Estados Unidos y así financian la economía norteamericana.

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