Dom 22.10.2006
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CRECIMIENTO DEL AREA SEMBRADA CAMPAñA 2007

El amor a la soja

La soja es el cultivo más rentable para el productor. Beneficios de corto plazo que ponen en riesgo la rentabilidad de largo por la no rotación.

› Por Claudio Scaletta *

Al margen de las profecías de los analistas, algunas cosas en el campo argentino son permanentes. Y algunas de las más repetidas siguen siendo noticia. Por estos días comenzó una fuerte siembra de soja y el área implantada avanza hacia una proyección que, según el relevamiento semanal que realiza la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, sería de más de 16,1 millones de hectáreas. De cumplirse la predicción, se estaría frente a un nuevo crecimiento del área sembrada, esta vez del 2,4 por ciento frente a la última campaña.

Para observar cómo organiza su trabajo el típico productor de cultivos tradicionales, puede ser interesante detenerse en las causas de este aumento del área sembrada con soja, ya que variaciones como la proyectada para esta campaña tienen mucho de coyuntural, pero aportan también a algunas tendencias de mediano plazo. Además, lo que se plantará de más en soja se le quitará en parte a trigo, y en menor medida a la ganadería y “al reemplazo de lotes abandonados de maíz”.

Una de las combinaciones tradicionales del agro local es la de trigo-soja de segunda. Siguiendo la jerga de los productores agropecuarios, la combinación sirve para “cambiar la plata”, es decir, para que el trigo “cubra los gastos” de la soja de segunda, la que aportará la rentabilidad. Lo que sucedió en las últimas semanas es que la sequía en algunas zonas se combinó con las restricciones en el abastecimiento de gasoil demorando la siembra de trigo, lo que finalmente decidió a muchos productores a “apostarle directamente a la gruesa”. Es decir, a lanzarse a la soja de primera, cuya siembra es en esta época.

¿Qué determina la decisión de elegir una u otra opción?

La soja es el cultivo más rentable y, mediante la combinación de siembra directa con semilla transgénica, demanda menores tareas culturales. Las señales de precios y cantidades producidas son claras. La tonelada de soja se cotiza para el productor por encima de los 550 pesos y la de trigo –luego del aumento del precio de referencia para liquidar las retenciones decidido por el Gobierno–, alrededor de 350 pesos. Una hectárea de soja produce un rinde medio de entre 25 y 30 quintales, es decir hasta 3 toneladas, en tanto que una de trigo puede producir entre 30 y 40 quintales. La ecuación estrictamente económica basada en estos datos es indiscutible. Sin embargo, a partir de aquí comienzan a jugar otras consideraciones. La rotación es indispensable para mantener las cualidades del suelo. Producir sólo soja significaría un exceso de extracción de nutrientes, o un costo de fertilización posterior que de alguna manera equilibraría las ganancias. Al margen de las consideraciones ecológicas, el monocultivo sólo es negocio de corto plazo. En otras palabras, el trigo puede solamente “cambiar la plata”, pero es bueno para el suelo. También es barato y fácil de plantar, al menos más fácil y barato que el maíz.

De todas maneras, para muchos empresarios del agro, por razones coyunturales –sequía, falta de gasoil y señales de precio que no ayudan–, la combinación no fue posible y la soja avanzará este año el citado 2,4 por ciento, cifra que podría crecer cuando comiencen a sumarse los datos que corresponden a la expansión de la frontera agrícola, por ejemplo del NOA.

A pesar de estas señales claras en materia de precios sojeros, no faltan los estudios económicos que se preguntan si, luego de haber rozado sus máximos históricos de 10 años atrás, los precios de los principales commodities que exporta la Argentina no terminaron su ciclo alcista. No se puede negar que la afirmación realizada por el Ieral de la Fundación Mediterránea es audaz, ya que fue hecha apenas luego de dos meses de retracción. En el caso de la soja, estas bajas fueron del 1,9 por ciento en agosto y del 4,3 en septiembre. Pero el estudio del Ieral muestra también otras tendencias de largo plazo que quizá en algún momento afecten las decisiones de los empresarios del campo local. Son las que señalan, para los últimos dos años, la baja de la soja y la suba del maíz y el trigo.

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