NUEVOS ACTORES EN EL CAMPO, MULTINACIONALES, CIENCIA Y LA UNIVERSIDAD
Jugadores “modernos” en el agro han contrastado con “viejos” actores, como la Sociedad Rural Argentina, en el vínculo con la comunidad del saber y la información.
› Por Norma Giarracca
El modelo agrícola y agroindustrial de la etapa desarrollista de posguerra nunca terminó de lograr una buena relación con el sector de la sociedad civil. Por un lado, los terratenientes apoyaron los golpes de Estado y eran acusados de “rentistas” y por otro, los chacareros y campesinos siempre fueron sospechados de “atrasados” en un país que soñó de entrada con ser “moderno”. Por eso es interesante analizar hoy las conexiones entre los principales actores del nuevo modelo agrario –que se conoce como agronegocio– y la sociedad civil. Una herramienta importante de esta conexión son algunos medios de comunicación.
En primer lugar, las nuevas y exitosas relaciones del agronegocio son generadas con una buena parte de la comunidad científica del país, sobre todo pero no solamente, en el campo de la biotecnología. Aun cuando gran parte de las innovaciones biotecnológicas utilizadas por las grandes corporaciones que actúan en Argentina provienen de sus propias casas centrales o de los sistemas científicos del norte, las grandes transnacionales como Monsanto o los megaproductores sojeros financian laboratorios, posgrados, institutos de investigación dentro del país.
Ese financiamiento busca mantener buenas relaciones con los miembros del sistema científico que son los que integran comisiones públicas reguladoras de la biotecnología, de bioética, que son consultados por el Parlamento. Constituyen la palabra “autorizada por el conocimiento científico”. Significativo ejemplo es el premio anual establecido por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y financiado en convenio con la corporación Monsanto.
Otra articulación importante es la generada con el sistema universitario. Muchas de las carreras de Agronomía y cursos auxiliares de posgrados están orientados a aceptar y trabajar con el modelo del agronegocio como el único posible. Dice Gustavo Grobacopatel: “En Los Grobo (su empresa) interactuamos con el sector público financiando investigación y desarrollo de tecnología junto a las universidades, invertimos en biotecnología y tecnología de información y comunicaciones; fuimos ranqueados como la mejor empresa de la Argentina en responsabilidad social” (Cash 13/8/2006, página 4). A diferencia de la vieja Sociedad Rural Argentina el agronegocio se muestra dinámico, articulado al sistema científico y buscando simpatías sociales.
Durante gran parte de 2006 estas imágenes del sector del agronegocio han contrastado con la de los viejos actores –ganaderos de la Sociedad Rural Argentina, por ejemplo– oponiéndose a políticas públicas. Hoy, mientras los actores del agronegocio aparecen instalados como parte del país oficial, pujante, exportador y “moderno”; las viejas corporaciones ocupan el lugar del país agrario “atrasado”, refractario al “nuevo progreso”. Una prueba importante para el agronegocio es su reacción actual frente a la suba del impuesto a las exportaciones sojeras. ¿Es una dicotomía correcta “nuevo progreso” versus corporaciones tradicionales?
Aunque así fuera, es importante recordar que no son estas dos las únicas representaciones posibles de ese 60 por ciento del territorio nacional que se denomina mundo agrario y rural. Existe una tercera en concordancia con pensamientos novedosos que circulan por el nuevo siglo, que disputa por la creación de otros mundos; participan los que luchan por conservar la diversidad biológica, el suelo, los montes y las yungas, los ríos limpios, los cerros sin explotación minera; los que bregan por la libre reproducción de las semillas; los que impulsan una producción agraria de alimentos para nuestra población; pequeñas agroindustrias, comercio justo; tecnologías apropiadas, los que impulsan una “ecología de saberes”; respetan a los pueblos campesinos, indígenas y a toda la diversidad cultural del país; los que también debaten la recuperación de una ciencia y una universidad autónomas y crítica sin articulaciones con las “corporaciones”, ciencia y universidad comprometidas con “otro desarrollo” que integre y favorezca a las amplias mayorías sociales. Participan también los que bregan por un periodismo agrario independiente.
La autora de esta nota es socióloga e investigadora del Instituto Gino Germani (UBA).
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