Dom 11.02.2007
cash

LAS ORGANIZACIONES QUE TRABAJAN POR FUERA DEL MERCADO

La otra economía

La economía social propone diversos mecanismos de redistribución del ingreso hacia los sectores más pobres, por fuera de los canales tradicionales del asistencialismo estatal.

› Por Sebastian Premici

La economía social es un concepto que, según como se lo mire y aplique, puede disputar cierta hegemonía al sector de la Economía (con mayúscula), si es que cabe hacer una diferencia entre dos economías dentro de una misma sociedad. A pesar del crecimiento sostenido de la Argentina, a tasas del 9 por ciento en los últimos años, según los últimos datos del Indec, 1 de cada 3 argentinos es pobre y la brecha entre el 10 por ciento más rico y el 10 por ciento más pobre es de 35 veces. Estas diferencias son las que llevan a considerar una economía social capaz de modificar las relaciones sociales, culturales y económicas. Pero, ¿es posible otra economía sin otra política?

“Las políticas sociales generalmente están relacionadas con la pobreza y no con otra forma de concebir la sociedad. Es por eso que la economía social debe ser discutida por el sistema político en su conjunto, a pesar de que hoy esté pensando más en términos de inversión extranjera y qué hacer con la soja. En otras palabras, hay que ir disputando legitimidad frente a las políticas asistencialistas, que pueden resignificarse a partir de que las personas encuentren la forma de comenzar un desarrollo económico”, reflexiona ante Cash el coordinador de la Red Latinoamericana de Investigadores de Economía Social y Solidaria, José Luis Coraggio.

“Hoy por hoy no se comprende que una organización social distribuya un ingreso; por eso hay que cambiar las relaciones sociales y culturales dentro del proyecto de la economía social y, al estar insertos en el mercado, modificar las reglas de juego. Es decir, transformar la idea de que trabajo y economía social son sinónimo de voluntarismo. Hasta tanto los emprendedores sociales no seamos considerados como profesionales, la economía social no tendrá un lugar importante”, asevera Patricia Merkin, editora de la revista Hecho en Buenos Aires, emprendimiento que nuclea actualmente a 230 vendedores (ya pasaron más de 2 mil en 6 años) y que en 2005 colocó en las manos de sus trabajadores 300 mil pesos.

La economía social debe y puede interactuar con el mercado para buscar cambios a través del mismo mercado. “En Misiones propusimos que las grandes empresas yerbateras puedan tener como terceros proveedores a los microempresarios; de esta manera se formaría una cadena económica y financiera para que ellos puedan crecer. Hasta ahora la respuesta empresaria fue negativa, por eso creemos que el Estado debería ofrecer cierto proteccionismo para que sectores de microemprendedores puedan realizar sus proyectos y desarrollarse”, comenta Eduardo Chidichimo, de la ONG Tojunto.

Según indicó a Cash Daniel Arroyo, secretario de Políticas Sociales y Desarrollo Humano del Ministerio de Desarrollo Social, la principal política del Estado es el impulso al microcrédito y el apoyo a la economía social a través del plan Manos a la Obra, que en tres años y medio financió 56 mil emprendimientos, alcanzando a 535 mil personas y contabilizando 300 millones de pesos. En 2007 habrá 500 millones de pesos para este plan, en sus diferentes formas de financiamiento. “En la Argentina, con lo que aporta el Estado más los esfuerzos de otras organizaciones, existen un millón y medio de personas que han recibido crédito no bancario”, asegura el funcionario.

La Fundación Grameen en la Argentina (surgida a partir del Banco Grameen, creado por el Premio Nobel de la Paz, Muhammad Yunus) otorgó en seis años 3 mil microcréditos, por un monto aproximado de un millón de pesos. “Más allá de las herramientas de microcréditos, que son soluciones parciales, deben existir políticas para resolver el problema principal: la distribución de la riqueza”, explica Norberto Kleiman, presidente de la Fundación Grameen. “El Banco Mundial colocó a Yunus como paladín de los pobres porque se dio cuenta de que ellos también pagan, y mejor que el capital tradicional. Los organismos internacionales saben que existen cientos de millones de pobres que pueden tomar algún microcrédito, lo que representa un negocio casi sin riesgos”, argumenta Coraggio.

La política de los microcréditos no es la mejor respuesta frente a una situación estructural de desigualdad social, ya que no se está generando otra economía sino que se continúa realimentando el mismo sistema financiero y económico global. Según Kleiman, una cosa son los microcréditos entregados por organizaciones sin fines de lucro y otra que participen las empresas financieras, que obviamente persiguen un lucro. “La economía social implica socialización pura; ésta es la principal diferencia con una economía tradicional, caracterizada por no hacer un cálculo de su capital social. En Hecho en Buenos Aires trabajamos con los lectores y no para los lectores”, reflexiona Merkin.

En su artículo “¿Es posible otra economía sin (otra) política?”, publicado en 2005, Coraggio concluye: “Hay que reencajar la economía en la sociedad nacional y latinoamericana por medio de la acción social colectiva y la acción política. Construir otra economía, otros mercados, otros sistemas de redistribución, otros estilos de reproducción es, a la vez, construir otra sociedad y otra cultura, otra subjetividad”.

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