Burguesía nacional, se necesita
Por Miguel Gustavo Peirano *
La desnacionalización es un tema complejo, que requiere para su análisis precisiones que exceden a la simple enumeración de sus perjuicios económicos. La Argentina ha perdido presencia relevante de sus empresarios nacionales, incluso en áreas estratégicas de la actividad económica. El proceso de desnacionalización tiene consecuencias sobre el futuro de la economía y el bienestar de la población. El centro de decisiones sobre inversiones, empleo y compras pasa a estar fuera de nuestras fronteras y articulado a los intereses estratégicos de terceros. Por ende, la negociación política con estos actores pasa a tener en cuenta otras consideraciones, enmarcadas en la estrategia global de grandes corporaciones multinacionales.
El resultado en lo que respecta a las necesidades de divisas de la economía es obvio si consideramos la remisión de dividendos que realizan estas empresas a sus casas matrices. En materia de empleo, la contratación de la mano de obra, en especial los cuadros jerárquicos de estas corporaciones, provienen de sus países. También las compras de insumos y bienes intermedios las realizan, mayoritariamente, vía importaciones de los países de origen, y, por ende, no generan externalidades en el desarrollo de proveedores locales. Otro hecho verificable es que las empresas multinacionales realizan sólo una muy pequeña parte de sus gastos de investigación y desarrollo fuera de las fronteras donde tienen radicada la casa matriz.
Pero dicho esto, es más complejo posicionarse frente al tema cuando se advierte que han sido algunos grupos nacionales los que han apoyado irrestrictamente políticas que conducían a la desnacionalización y a la inconsistencia macroeconómica que facilita la compra de activos por parte del capital extranjero. El desafío de construir la llamada “burguesía nacional” implica mucho más que reconocer que el Estado y las políticas aplicadas deben estimular el nacimiento y fortalecimiento de empresarios locales ya existentes.
Para que una clase empresaria nacional exista y tenga identidad como tal, debe valorar la importancia de desarrollar sus actividades en un país con justicia, y equilibrado social y regionalmente, con grados de autonomía en sus decisiones, formando parte de una Nación.
Por el contrario, desde los ‘90 a la fecha prevaleció en determinados sectores sólo el criterio de exacción de negocios puntuales, flexibilización laboral y ajuste sobre salarios. La extranjerización no es sólo un análisis del origen del capital, es una concepción frente a la realidad del país y frente a las decisiones empresarias.
Tampoco puede decirse que ciertos grupos nacionales hayan sido víctimas de la desnacionalización. La caótica devaluación que dificulta el pago de las deudas contraídas en el extranjero era la consecuencia irreversible de políticas inconsistentes técnicamente y que se apoyaron y apoyan desde estos sectores desnacionalizados. Pero también tiene que quedar claro que durante los ‘90 se han producido valorizaciones de activos muy importantes, más allá de que en términos de dólares quienes no vendieron antes de la devaluación hayan debido asumir una menor ganancia en dólares. Las asimetrías que se producen con Brasil en materia de inversiones no son consecuencia de un ánimo invasivo, sino de debilidades de nuestra economía. El Mercosur debe ser estrategia permanente de nuestra inserción internacional y Brasil es un aliado político y económico en un proyecto de desarrollo. Nuestro problema no es el capital extranjero y mucho menos el brasileño, sino nuestra fragilidad económica y empresaria.
En este sentido, el objetivo debe ser recrear un sector empresario nacional, que sin duda contará con tantos emprendedores que diseminados a lo largo del país preservan su pertenencia y compromiso con la Nación.
* Economista.