Dom 15.07.2007
cash

NUEVAS CONDICIONES DE PRODUCCION

Comercio justo

› Por Claudio Scaletta

La comercialización de alimentos está cambiando y el cambio tiene efectos múltiples en la organización de la producción. La primera señal provino de la necesidad de los supermercados europeos de tener un control integral sobre la calidad de los productos comercializados. La “trazabilidad” fue una de sus consecuencias inmediatas. Luego se hizo necesario certificar calidad desde la misma producción primaria. Así, normas de estandarización comercial como “Eurepgap” produjeron transformaciones en las condiciones de producción en el agro.

En la producción frutícola, por ejemplo –un cluster exportador cuya facturación excede los 1000 millones de dólares anuales–, se asistió a una verdadera revolución en la chacra. Los productores, desde el chacarero a la gran empresa, debieron construir cosas tan simples como baños y buen alojamiento para los trabajadores transitorios o recintos seguros para el depósito de agroquímicos. Un simple estándar para la comercialización en mercados desarrollados cambió las condiciones de trabajo de miles de trabajadores rurales.

La nueva conciencia ambiental, que gana terreno en los países desarrollados, también llegó bajo la forma de demanda de productos orgánicos. Otra vez: para los productores esto representaba una adaptación a la demanda en busca de nuevos nichos de alta rentabilidad, pero el negocio fue también una buena noticia para el medio ambiente.

Estas tendencias se encuentran ahora frente a las puertas de un nuevo salto cualitativo: la certificación de comercio justo. Esta consiste en garantizar un “precio justo” para los productores de las materias primas. Además requiere garantizar salarios y condiciones laborales “justas” en el marco de una “agricultura sostenible”. Podría pensarse que se trata de un conjunto de expresiones políticamente correctas y a tono con las nuevas tendencias del marketing. En definitiva, “justo” es un término ambiguo, pero para las organizaciones que se ocupan de esta certificación tiene una valoración muy concreta: “justo” significa entre un 15 y un 35 por ciento por encima de los precios de mercado, un precio que se presupone permite a los productores independientes (no integrados) obtener una ganancia razonable por sobre los costos de producción. Esto, que parece lo esperable bajo un contexto de relaciones de producción capitalistas, no lo es tanto. En términos económicos, uno de los datos clave de los complejos agroindustriales es la extracción de valor en su interior. El mecanismo clásico es el poder oligopsónico de la pata industrial de los complejos. Certificar “comercio justo” para ingresar a los mercados de destino –hoy un proceso incipiente– podría convertirse en una ayuda inesperada para la permanencia dentro del circuito de los productores más vulnerables. Además, al precio justo se suma el pago de primas que, se supone, redunda en mejoras para las comunidades.

Leandro Martelletti, director de “Interrupción”, una agrupación que trabaja en el desarrollo del comercio justo en la Argentina, relató a Cash que el movimiento se inició en los países desarrollados como una demanda de los consumidores. Fue cuando comenzaron a conocerse las condiciones de cuasi esclavitud que grandes marcas textiles y de calzado imponían a sus trabajadores en países asiáticos. El movimiento ganó rápidamente fuerza en las universidades, iglesias, y hasta grupos new age, un mercado que hoy representa 60 millones de consumidores y 1500 millones de dólares y que el último año creció a una tasa tendencial del 50 por ciento. En su desarrollo, “Interrupción” sumó a la asociación civil inicial una sociedad anónima para contribuir a la exportación de productos certificados como comercio justo a Estados Unidos, donde abrieron una sucursal en Nueva York. Allí venden hoy aceite de oliva orgánico, dulce de leche y mermeladas. Pero la demanda siguió trabajando y las cadenas de supermercados les transmitieron la necesidad de incorporar nuevos productos. Mientras “Interrupción” explora introducir el comercio justo en nuevos circuitos agroindustriales de la Argentina, continúa realizando tareas de “marketing 1 a 1” en el mercado estadounidense, degustaciones de productos en los supermercados en las que intentan transmitir a los consumidores que comprar productos de “comercio justo” es, “votar por un nuevo modelo de sociedad”, por las cadenas de valor más transparentes y justas que se edificarían detrás.

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