ANNE KRUEGER Y LAS LECCIONES DEL EXPERIMENTO ARGENTINO
La paja en el ojo ajeno
Anne Krueger, la número dos del FMI, escribió un documento analizando la crisis argentina. Rubén Lo Vuolo, economista principal de Elisa Carrió, lo critica. ¿Cuál es la responsabilidad del FMI?
RubEn M. Lo Vuolo *
En un reciente trabajo, Crisis Prevention and Resolution: Lessons from Argentina, Anne Krueger (vicedirectora gerente del FMI) presenta las que, a su juicio, son las “lecciones” que el FMI aprendió de la crisis de Argentina. De entrada, AK reconoce que las reformas aplicadas en la Argentina durante los años ‘90, hasta hace poco eran consideradas como un éxito. ¿Qué pasó que se derrumbó el modelo exitoso? Para AK, la culpa es de la débil política fiscal y la creciente sobrevaluación del tipo de cambio. Los motivos de este último problema fueron: una inflación relativamente “alta”, un dólar fuerte y una insuficiente flexibilidad en el mercado de empleo. Estos argumentos suenan muy endebles, frente a la deflación en gran parte del período y a que la flexibilidad laboral fue profunda. Decir “no fue suficiente” es, como mínimo, eludir que la explicación está en otro lado. El argumento del dólar fuerte contrasta con el estímulo a la economía dolarizada.
En cuanto al déficit fiscal, y remarcando el déficit provincial, AK muestra su escalada. Pero, en lugar de ver sus causas estructurales, se concentra en señalar el elevado nivel del empleo público, comparando con otros países su participación en la oferta laboral. Las cifras presentadas no permiten sacar grandes conclusiones, pero además AK no compara los niveles de desempleo y de subempleo, ni dice si esos países tienen seguros de desempleo u otras políticas en las que tal vez gastan más que el empleo público directo. Su conclusión lineal es que el excesivo déficit se debe principalmente al elevado empleo público, cuestión difícil de corroborar en la evidencia empírica que marca otros factores estructurales más importantes (reforma previsional, intereses de la deuda, exenciones y subsidios).
Continúa AK admitiendo que, si bien en términos de Maastricht la carga de la deuda del país no era tan importante, lo que pasó es que en Argentina se recaudan menos impuestos, se exporta menos, la deuda está tomada en moneda extranjera y, al mismo tiempo, la convertibilidad (lógico) reducía los grados de libertad fiscal y en materia de deuda. Lo que no dice es por qué, con ese diagnóstico, el FMI no favoreció políticas que mejoren las posibilidades de recaudación, sino que apoyó otras que la erosionaron. Tampoco apoyó medidas que aumentaran el saldo en divisas en la balanza comercial, sino que apoyó un tipo de cambio y una apertura que lo disminuyeron. Además, fue el apoyo del FMI al modelo exitoso lo que favoreció la entrada de deuda en divisas (al sector público y privado) para así mantener la convertibilidad.
Para AK la culpa del FMI es no haber sido suficientemente duro en exigir que se hiciera un ajuste fiscal. Pero pide comprensión: no era fácil convencer a las autoridades argentinas en momentos en que ingresaban capitales externos. Lo que no dice es que era el déficit fiscal del que se queja lo que empujaba el modelo y que ésta era la principal razón de la entrada capitales. Si el FMI no hubiera apoyado estas políticas, se hubiera tenido que salir del modelo en condiciones menos traumáticas que las actuales.
AK admite tímidamente que “una temprana salida a un tipo de cambio más flexible hubiese sido conveniente”. Su duda es si el momento era 1994 o 1996-97, o sea en plena época que admite que para el FMI el modelo seguía siendo exitoso. Pero se exculpa diciendo que, al fin de cuentas, son los países los que deciden el régimen de cambio y el FMI apoyó que continuara el programa porque no quiso hacer el papel de “aguafiestas”. Más aún, se entusiasmó cuando Cavallo llegó con el discurso del déficit cero. Lo que no explica AK es que las políticas de Cavallo son las que desataron el estallido definitivo del modelo económico y una tremenda crisis política en el país, mientras el FMI daba apoyo para financiar la salida de capitales que precipitó el desenlace señalado.
¿Cuáles son las lecciones que saca AK del “laboratorio de ensayo” de la Argentina? Primero, que el FMI debería haber mirado más atentamente ladinámica de la deuda. Segundo, que los regímenes de cambio como la convertibilidad no pueden ser durables y que el FMI debería tener una política más “cándida y comprensiva” en materia de tipos de cambio. Tercero, que los países emergentes deberían ser más cuidadosos en el manejo del mercado de capitales. Cuarto, que el FMI debería ser más prudente en ayudar a los países a salir de una dinámica perversa de la deuda. Quinto, que el FMI debería ser más persuasivo en los buenos tiempos y no esperar que se produzcan los problemas.
Del experimento argentino, el FMI aprendió todo aquello en lo que se supone que es especialista y consejero mundial. Sin embargo, AK no intenta resarcir al país porque “si los hubiésemos obligado a cambiar de política, nos hubieran culpado a nosotros” y “al final, cada país es responsable de sus políticas, el FMI de prestarle o no dinero”. Lo que no explica es por qué ahora no hace lo mismo y presta dinero para que no los culpen de esta tragedia sin fin. En lugar de ello, AK señala como un avance las modificaciones en la ley de quiebras, la inmunidad de los hombres de negocios sospechados de defraudaciones y otras cuestiones de política interna. Lo que no dice es qué tienen que ver estas cuestiones con las lecciones financieras aprendidas y el papel que le compete al FMI.
* Economista, investigador del Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas (Ciepp).
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