Dom 14.10.2007
cash

EL BANCO DEL SUR Y EL PODER REGIONAL

“Privilegiar la integración”

Los países integrantes del Banco del Sur avanzaron en la última semana en el acta fundacional de la entidad. Desafíos y perspectivas.

› Por Natalia Aruguete

La cautela de Brasil para avanzar en la creación del Banco del Sur pone de manifiesto las diferencias en el interés de los países que impulsan la creación de esa institución de crédito regional. En este escenario, Cash dialogó con Emir Sader, secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), sobre la concepción que debería tener una entidad que se propone como una alternativa capaz de independizarse de los tradicionales organismos financieros multilaterales.

¿Cuál debería ser la función del Banco del Sur para diferenciarse de los organismos financieros internacionales?

–Primero, los países del Sur deben dejar de depositar sus reservas en los bancos del Norte, que cobran caro por sus préstamos. Segundo, hay que crear un fondo específico para un proyecto de desarrollo regional con tasas de interés diferenciadas y específicas, como hace el ALBA (Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe).

¿Esto le permitiría independizarse de esos organismos?

–Conforme al tamaño de la reserva que tenga podría independizarse. Pero de partida probaría que es posible una lógica distinta a la del libre comercio. El Fondo Monetario no tiene recursos y hay que aprovechar eso como ventaja, no sólo como colchón de defensa frente a las crisis especulativas.

¿Y para concretar una autonomía respecto del dólar?

–El tema de la moneda única regional es fundamental. La dificultad es que eso significaría un Banco Central único y política monetaria única.

¿A qué matriz de desarrollo regional debería integrarse una entidad como ésta?

–Debería ser un patrón de desarrollo post-neoliberal que combine criterios públicos y de regulación con la economía de mercado sobreviviente, como en Venezuela, Bolivia y, se supone, pasará en Ecuador. No será un modelo anticapitalista o socialista porque las condiciones no están dadas. La estrategia actual no elimina la apropiación privada sino que negocia en la dinámica de imponer una nueva hegemonía. Y las condiciones subjetivas del socialismo sufrieron un retroceso ideológicamente, no sólo en término de valores sino de sujetos. Eso requiere un proceso más largo, donde la tendencia sea hacia la hegemonía de la función pública del Estado, como se plantea en Bolivia, Ecuador y Venezuela.

¿Cómo es esa “nueva hegemonía”?

–Son hegemonías lideradas por sujetos distintos a la clase obrera en sentido tradicional, como el movimiento indígena o el nacionalismo militar. No por casualidad el proceso post-neoliberal avanzó más en países donde menos se consolidó el neoliberalismo. El destino se va a jugar en México, Brasil y la Argentina, que es donde el modelo neoliberal se consolidó más. En esos países no se ve aún en el horizonte qué características tendría esta nueva hegemonía.

¿Qué papel debería jugar el componente energético en esa matriz de desarrollo?

–El ALBA decidió que la matriz sea el gas. Si se compatibilizara el Gasoducto (del Sur) con el Banco del Sur sería un buen ejemplo de cómo propiciar proyectos de integración regional.

¿Cómo se podría lograr que en el Banco del Sur no se manifiesten las disputas entre los países miembro?

–Habría que privilegiar la integración regional por sobre el poder. La cuestión es en algunos países la internacionalización de la economía es muy fuerte. Y allí no sé en qué medida las decisiones políticas del Estado privilegiarán el mercado interno o el intercambio regional en relación con un intercambio en el mercado internacional. El Mercosur está siendo desarticulado por la competencia entre corporaciones privadas de Brasil y la Argentina. El ingreso de Venezuela da un carácter más integrador y político, y desarticula un poco ese círculo vicioso.

¿Existen riesgos de que los miembros más poderosos del Banco del Sur tengan mayor gravitación en las decisiones?

–Hay un discurso de comprensión, pero cuando se trata de establecer qué hace cada país en el Banco del Sur no se traduce.

¿Por eso Brasil pone reparos para sumarse a la creación de esta entidad?

–Brasil mantiene el modelo económico, al igual que Uruguay y la Argentina. El peso del gran empresariado en Brasil es muy fuerte y presiona para que no se condicionen políticas económicas a acuerdos de integración.

¿Ese proyecto de integración requeriría que Brasil resigne parte del poder que posee en la región?

–Sí, pero por más que tenga poder relativo ningún país tiene poder de negociación fuerte. Brasil tiene claro que sus alianzas en América del Sur y en el Sur del mundo son esenciales, incluso para potenciar su poder.

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