EXPANSION DE LA PRODUCCION Y VENTAS AL EXTERIOR DE FRUTAS
Las exportaciones del circuito frutícola superan los mil millones de dólares, y lo ubica en un nivel de importancia similar a otros tradicionales, como el de la carne.
› Por Claudio Scaletta
Esta semana se realizó en Buenos Aires un encuentro internacional de empresarios frutícolas al que asistió Cash. Fue organizado por una publicación europea, Eurofruit, por lo que bastó denominarlo “Congreso del Hemisferio Sur”. En esencia, los congresos empresarios se realizan por dos razones principales, no necesariamente separadas: hacer lobby frente al poder estatal destacando, como primer paso, la importancia sectorial o ser un espacio para el contacto interempresario; tanto para la búsqueda de nuevos negocios como para conseguir una mejor comprensión de las tendencias del mercado global. El congreso de Buenos Aires, al que no concurrieron funcionarios de primera línea, tuvo más de la segunda razón que de la primera, lo que para los empresarios argentinos quizá represente un déficit.
Finalmente hecho en la Argentina, el congreso intentó reflejar el nuevo lugar del país en el mercado mundial. De la exposición surgieron algunas tendencias que resignifican la importancia de la fruticultura en el contexto de los complejos agroindustriales locales. Entre los datos se destaca que el país es el primer exportador mundial de peras y el primer productor y exportador mundial de limones. Esto quiere decir que los dos subcircuitos frutícolas más importantes del país, el citrícola con eje en Tucumán y el de la producción de pepita del Alto Valle del Río Negro son, desde la perspectiva del mercado mundial, los primeros del ranking internacional.
También se mostró que en materia de crecimiento exponencial de las exportaciones surgen algunos productos nuevos totalmente orientados al mercado externo. La estrella indiscutida es el arándano, pero también otros, como uva de mesa y frutas de carozo. La sumatoria de todos los productos da como resultado ventas al exterior que superan cómodamente los mil millones de dólares FOB, lo que en materia de integración al mundo coloca al circuito en el mismo nivel de importancia que el de sectores tradicionales de la economía local, como por ejemplo el de la carne.
Medido en toneladas, quizás una medida de magnitud más fiable y menos conflictiva que los precios FOB, las exportaciones de frutas oscilaron en los ‘90 desde pisos de 500 mil toneladas anuales a un techo de 800 mil en 1999. En 2007, las exportaciones superarán el millón y medio de toneladas, casi tres veces lo exportado en 2000. Si se extiende el plazo de observación un poco más, por ejemplo a principios de los ‘80, se destacan también algunos cambios estructurales. Hace un cuarto de siglo, el grueso de las exportaciones eran frutas de pepita, pero desde entonces comenzó a crecer la importancia de los cítricos, que junto a los nuevos productos hoy representan, siempre en volumen, casi la mitad de las exportaciones totales.
Las cifras de la evolución de la producción en fresco, aunque también crecientes, son menos impactantes. A principios de los ‘90 se producían unas 4 millones de toneladas. A fines de la misma década, cerca de 5 millones y en 2007 se superarán los 5,5 millones de toneladas. En el caso de algunos complejos, como el de pepitas, la producción está literalmente estancada en volumen. Lo que se observa, entonces, es una fuerte reorientación exportadora del negocio, pero el proceso no implica sólo vender menos en un mercado para vender más en otro sino que también entraña una indispensable mejora varietal y una mayor sofisticación de los procesos de post-cosecha y logística comercial. En otras palabras, de reconversión hacia una actividad de mayor valor agregado en la “cadena” agroindustrial.
Estas tendencias en la producción también tuvieron efectos sociales y espaciales. Por primera vez en décadas, el crecimiento del interior del país fue en el último lustro superior al de la Capital y su periferia. Las ciudades donde más creció el consumo en los últimos cuatro años, por ejemplo, son los núcleos de las economías regionales, en particular, aunque no solamente, las de los circuitos frutícolas.
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