Dom 30.12.2007
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LA EXPERIENCIA DE LA UNION EUROPEA PARA AMERICA LATINA

El espejo

La flamante UnaSur y el Banco del Sur son las dos herramientas de la región para avanzar en un sólido proceso de integración.

› Por Federico Bernal

Independientemente del tinte político e ideológico de quien proceda y cómo lo encare, el repaso de los últimos acontecimientos relacionados con el proceso de unidad sudamericana indudablemente lo llevará a advertir lo vigoroso de su afianzamiento, una suerte de salto cualitativo y madurativo inéditos. Reunidos en Cusco, el 9 de diciembre de 2004, los países miembro del Mercosur, la CAN y Chile fundaron la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN).

En septiembre de 2005, en el marco de la Primera Cumbre de la CSN, se llevó a cabo la Primera Reunión de Ministros de Energía, declarando a la energía como herramienta estratégica del proceso de integración.

En 2006, el documento de cierre de la Segunda Cumbre propuso basar el modelo de integración en “la distribución de la renta como instrumento de eliminación de la exclusión social y de reducción de la pobreza, la disminución de la vulnerabilidad externa y el aprovechamiento integral, sostenible y solidario de los recursos energéticos de la región” (Declaración de Cochabamba, 2006).

“Una nueva generación de unificadores surca la América latina”, afirma Bernal. Foto: Leandro Teysseire

Un año más tarde, y bajo la órbita de la flamante UnaSur, se desarrolló en Venezuela la Primera Cumbre Energética Sudamericana. La integración energética fue entonces ratificada como pieza fundamental para la “promoción del desarrollo social, económico y la erradicación de la pobreza, destacando la universalización del acceso a la energía como derecho ciudadano”, a la vez que proclamado al “Estado, la sociedad y las empresas del sector como actores principales” del rubro energético (Declaración de Margarita, 2007).

Unas semanas atrás, el 9 de diciembre de 2007, siete países sudamericanos firmaron el acta fundacional del Banco del Sur, proyectando para enero de 2008 la Tercera Cumbre de UnaSur. Allí se espera suscribir el Tratado Energético Sudamericano, un pacto que asegure volcar los recursos y las fuentes energéticas de la región para el desenvolvimiento socioeconómico y la industrialización de UnaSur.

Históricamente, el Nuevo Mundo viene alimentando con sus riquezas naturales y sus recursos económicos, la acumulación primitiva del capital europeo primero, su desarrollo capitalista, estabilidad social y nivel de vida, después. En Europa, bienestar social, tecnología, industrialización y autonomía energética (o suministro continuo y barato) fueron las fuerzas centrípetas que cimentaron sus nacionalidades constitutivas. Primitivismo agrario, nulo desarrollo de las fuerzas productivas, estallidos sociales recurrentes en América latina, las fuerzas centrífugas de su balcanización. De esta suerte, los últimos siglos vieron emerger a las potencias europeas, y su evolución natural, la Unión Europea. También vieron partirse en mil pedazos a la nación latinoamericana, a la vez que empantanarse y neoliberalizarse su único y concreto esfuerzo integrador: el Mercosur.

Pero una nueva generación de unificadores surca la América latina, por demás coincidentes y resueltos a ejecutar los pasos críticos en la conformación de cualquier nación o bloque de naciones. Usualmente se le atribuye a la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero en 1951, el origen de la Comunidad Económica Europea. Cierto, aunque incompleto, puesto que se omite el papel aglutinador de otras dos entidades fundadas pocos años después: la Comunidad Europea de la Energía Nuclear y la Unidad Monetaria y Económica Europea. La potestad sobre su economía y financiamiento, una moneda propia, la industrialización y la provisión permanente y confiable de energía fueron las fuerzas motoras de su unidad y aquellas que lograron su cohesión y supervivencia en el tiempo. Truncos desde la muerte de Bolívar, la Sudamérica del siglo XXI retoma las mismas fuerzas aglutinantes, los únicos factores capaces de desarrollar sus escasas y desiguales fuerzas productivas. El corazón de UnaSur es la energía; la ideología común unificadora, su materia gris; las piernas y los brazos, el Banco del Sur.

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