FONDOS DE ASISTENCIA PARA EQUILIBRAR LAS ECONOMIAS
El bloque ha instrumentado mecanismos de apoyo para los países más débiles, Uruguay y Paraguay. Aprendizaje de la positiva
experiencia europea.
› Por Diego Rubinzal
Los conflictos al interior del Mercosur son variados y complejos. La heterogeneidad social, económica y productiva de los países miembros impide un tránsito sereno hacia la integración regional plena. La existencia de profundas asimetrías intrabloque es un problema no menor. En general, los países pequeños plantean que los beneficios de la integración se encuentran desigualmente repartidos.
Los reclamos abundan. Por ejemplo, los uruguayos sostienen que se deben implementar mecanismos comunitarios que promuevan la afluencia de inversiones productivas a su territorio. Para ello, solicitan la adopción de ciertas medidas (adelantar la eliminación del doble cobro del Arancel Externo Común, la flexibilización de las normas de origen) que favorecerían la recepción de inversiones.
En el caso de Paraguay, los reclamos son más intensos. Ante su debilidad económica, los paraguayos peticionan un tratamiento diferencial de carácter permanente. Hasta el momento, la principal respuesta –de las economías más poderosas del bloque– ha sido la creación de un Fondo de Convergencia Estructural (Focem). Su objetivo es el financiamiento de proyectos estratégicos que permitan reducir los actuales desequilibrios regionales. El Focem está inspirado en la experiencia europea.
En 1975, la Comunidad Económica Europea se planteó como objetivo corregir las disparidades económicas de sus países miembros. Esa política se asentó en una masiva transferencia de recursos –mediante la utilización de los llamados “fondos estructurales”– que fluyeron desde los países poderosos a los débiles. Actualmente, el presupuesto de la Unión Europea prevé distintos instrumentos (Fondos Estructurales, Fondo de Cohesión y Banco Europeo de Inversiones) que buscan reforzar la cohesión social y económica europea.
Los Fondos Estructurales representan la segunda asignación financiera del presupuesto de la UE. Esa caja financia inversiones productivas de creación y mantenimiento de puestos de trabajo sostenibles, inversiones en infraestructuras de crecimiento del potencial económico regional, desarrollo de redes transeuropeas, telecomunicaciones, transporte y energía, medidas de potenciación y apoyo a las iniciativas de desarrollo local, de empleo y a las actividades de las pymes.
Si bien el Focem del Mercosur se inspira en la experiencia europea, el volumen de los fondos no tiene equivalencia. Está integrado por escasos 100 millones de dólares que son aportados por Brasil en un 70 por ciento, la Argentina (27), Paraguay (2) y Uruguay (1%). Aldo Ferrer, en el artículo “El éxito del Mercosur posible” señala que “las asimetrías observables en el Mercosur no se reducen a las diferencias entre países. En cada uno de ellos (en particular, en los extensos territorios de Argentina y Brasil) existen, asimismo, desigualdades profundas en la distribución del ingreso y en el desarrollo de sus diversas regiones y sectores productivos. Este hecho aumenta la complejidad de la integración regional y no puede ser abordado, como sucedió en el caso de la Unión Europea, con programas comunitarios para atender a las zonas rezagadas de países miembros.”
Por lo pronto, el Consejo del Mercosur creó un Grupo de Alto Nivel encargado de elaborar un plan estratégico para la superación de las asimetrías intrabloque. Las cuestiones que el grupo tendría en cuenta para el diseño del plan estratégico pasarían por las acciones para el desarrollo e integración de las economías de los países sin litoral marítimo, las medidas de apoyo a la competitividad de las economías menores, el acceso a los mercados regionales y el resto del mundo y las mejoras y reformas del marco institucional.
Los especialistas coinciden en que el Focem y el plan estratégico son pasos necesarios para una integración plena. Esos instrumentos serán eficaces si pueden ayudar a cumplir el objetivo central de la integración: lograr el desarrollo social y económico de los países miembros. En palabras de Aldo Ferrer: “Las reglas de juego de la integración deben ser compatibles con el desarrollo del Brasil, la reindustrialización de Argentina y la apertura de espacios de rentabilidad para Paraguay y Uruguay para ampliar su acceso al mercado regional y acelerar su transformación productiva”.
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