EL BAUL DE MANUEL
› Por Manuel Fernández López
Sois los representantes del pueblo. Que ello quede claro y sea previo a cualquiera otra consideración. Que sea así conlleva vuestra obligación de sufrir como propia cualquier medida de gobierno que dañe los derechos aun al más ínfimo habitante de este suelo. Pero a ello se añade que, mayoritariamente, pertenecéis al Partido Justicialista, es decir, el partido de la Justicia Social. Ello significa que debéis promover la justicial social, vale decir, equilibrar la sociedad, redistribuyendo la riqueza y los ingresos a favor de los más humildes. Por lo tanto, debéis absteneros de dictar leyes que erosionen los salarios o el patrimonio de las clases de menores recursos, o redistribuyan riqueza a favor de las clases más pudientes, a expensas de las más humildes. E incluso debéis resistir cualquier norma promovida por cualquier otro poder del Estado, erosionadora en el sentido indicado. Esto, que desde siempre se ha dicho y reconocido, no se ve reflejado en vuestra acción parlamentaria, como es el caso de dar al país un régimen impositivo justo. Veamos un caso, el del Impuesto al Valor Agregado (IVA). Y antes repasemos qué es un impuesto indirecto y qué es el valor agregado. Un impuesto indirecto –como el IVA– es uno que se aplica al gasto en bienes o servicios; lo de indirecto se debe a que el impuesto no termina recayendo sobre la unidad productiva en que se aplica inicialmente, sino que se traslada a los compradores del bien o servicio. El valor agregado es la diferencia entre el valor de lo que una empresa vende y el valor de sus insumos: de ese margen bruto de explotación nace el fondo para pagar salarios + rentas + intereses + ganancias + depreciación. De tal modo, el IVA es un impuesto indirecto que recae sobre los bienes y servicios como un porcentaje de su valor agregado. El IVA que el consumidor paga sobre sus compras es un incremento de precio que se añade y eleva el precio normal. Bienes como alimentos pueden representar 4/5 partes del ingreso de los más humildes, o una proporción ínfima del ingreso de las clases pudientes. Un 21 por ciento sobre los alimentos grava casi nada de estos últimos, pero una proporción muy grande del ingreso de la clase media y la clase pobre. Suprimir el IVA sobre los artículos esenciales sería equivalente a un incremento del ingreso de los más pobres, y mantener las alícuotas actuales, por el contrario, es hacer más pobre al ya pobre.
Usted ha entrado recientemente en el equipo de ministros, y lo ha hecho bajo el signo de no enfriar la economía. Como, por la cartera que ocupa, dispone usted de una información y conocimientos que no suelen llegar al ciudadano común, cumpliré en recordarlos. Lo de “enfriar” o “no enfriar” es una expresión no técnico para designar la contracción o expansión de la actividad productiva mediante políticas del gobierno. Ahora bien, no cualquier medida mejora, empeora o deja igual a la actividad económica: el el consumo (C), el ahorro (A) y las importaciones (M) dependen de las fluctuaciones del ingreso; por eso se llaman componentes pasivas del gasto. En cambio la inversión (I), el gasto público (G) y las exportaciones (X), son componentes activas del gasto: cuando ellas cambian, cambia en igual sentido el ingreso nacional. Poseen una capacidad magnificadora de su propio valor, llamada multiplicador. Los multiplicadores han sido estudiados preferentemente como mecanismos para salir de épocas recesivas, para “cebar la bomba” de la actividad económica. Pero así como expanden cuando aumentan I, G y X, cuando estas tres variables se reducen operan de igual modo en sentido contractivo. Los factores que determinan los planes de inversión suelen abarcar varios años del futuro: si la compra de un equipo, maquinaria o insumo en general se estima que producirá una corriente adicional de ingresos en el futuro, ello alienta invertir hoy. Pero si la estimación conlleva cierto riesgo, la valuación de la inversión puede volverse negativa; pero si conlleva incertidumbre, la decisión es negativa: la diferencia entre riesgo e incertidumbre es que el primero puede asociarse con una distribución de probabilidd, mientras que la segunda carece de toda base. Y hoy estamos en una situación de total incertidumbre, gracias a las estadísticas dibujadas del Indec. Las exportaciones interesan por la cantidad de dólares que aportan al país y están condicionadas por la mano que mete el Estado en el bolsillo del exportador. Nadie hoy duda de que esa mano es excesiva, y por tanto la respuesta de muchos exportadores es suspender o diferir sus envíos al exterior. Tanto la paralización de las inversiones como la restricción a las exportaciones achican el flujo de ingresos, y por tanto el ingreso nacional y paralizan la actividad económica y el empleo. Esto no es calentar la economía.
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