DEBATE SOBRE LA INFLACION Y EL ENFRIAMIENTO DE LA ECONOMIA
La lucha contra la inflación ha desplazado como objetivo principal de la política económica el desarrollo y la igualdad.
› Por Humberto Zambon*
En la actualidad coexisten dos clases de presiones inflacionarias: el crecimiento de la demanda y la inflación importada. En el primer caso, el mayor ingreso disponible genera aumentos de la demanda de bienes y servicios que significan señales para el incremento de la producción y de la inversión. Entre el alza de la demanda y la adecuación de la oferta hay un retraso temporal. Entonces suben los precios y se elevan las ganancias empresarias.
La salida de la profunda crisis comenzó con la devaluación del peso. Con esta medida las actividades de exportación tuvieron un importante crecimiento, mientras que el nuevo tipo de cambio actuó como barrera a las importaciones. Así se puso en marcha el aumento de la producción de bienes manufacturados destinados al mercado interno. El PBI avanzó en cinco años (2002 a 2007) a promedio del 8,8 por ciento anual. Se crearon 3 millones de puestos de trabajo en ese período, fenómeno nunca visto en la Argentina. Por su parte, la inflación externa es el aumento de precios internacionales de los productos que exportamos y que repercute en el mercado interno. El precio en dólares de los cereales viene creciendo desde 2004, y según la FAO avanzó 57 por ciento en lo que va de este año con respecto al mismo lapso de 2007; además, el precio del total de alimentos en dos años creció un 80 por ciento. El valor promedio de los precios de las materias primas exportadas por la Argentina (sin tener en cuenta petróleo y gas) entre 2001 y diciembre de 2007 se triplicó en dólares. A su vez, el dólar pasó de un cambio de 1 a 3 pesos. Si el Estado no hubiera intervenido el precio interno de los alimentos se hubiera multiplicado por 9.
¿Cómo se combate la inflación? Desde mediados de los años ‘70, el pensamiento conservador (que con el neoliberalismo devino en hegemónico) ha puesto el acento en la estabilidad. La lucha contra la inflación, inclusive, ha desplazado como objetivo principal de la política económica el desarrollo y la igualdad. Por eso no extraña que economistas y políticos conservadores pidan “enfriar a la economía”. Esto significa disminuir el gasto público, en particular en obras, y reducir las asignaciones sociales, como el aumento de las jubilaciones y los subsidios.
Si se estuviera en una situación cercana a la ocupación plena, el pedido de “enfriar la economía” podría ser atendible. Pero todavía existe una desocupación elevada y un alto grado de precariedad y marginación. Además, “enfriar la economía” implica reducir la inflación de demanda, pero no la inflación importada, que afecta a los alimentos. Y en este caso habría un efecto regresivo en la distribución del ingreso. Hay que tener presente que los alimentos y bebidas representan el 31 por ciento de la canasta de consumo de la población (para el 20% más pobre es casi el 50%).
En la economía industrial moderna, los precios de los manufacturados se fijan en base a los costos más un porcentaje de utilidad bruta (el mark-up). Se trata de mercados oligopolizados, con empresas líderes que fijan sus precios en base a costos, más el margen de utilidad bruta. En consecuencia, en un sistema eficiente de control de precios no es preciso monitorear al universo de empresas productoras y comercializadoras: basta hacerlo con las fijadoras de precios. Como las empresas líderes no son muchas, es posible controlarlas en forma individual y permanentemente, impidiendo subas no justificadas y verificando que el margen de ganancia bruto esté dentro de los límites prefijados. Bastaría un número relativamente reducido de controladores para llevarla a cabo.
Por otro lado, el arma para controlar la inflación importada que tiene el Estado son las retenciones a las exportaciones. Se trata de un instrumento considerado válido por la Organización Mundial del Comercio y aplicado por muchos países.
En resumen, la inflación puede y debe combatirse, pero no enfriando la economía, ni procurando mayor inequidad en la distribución del ingreso. En este combate, los papeles protagónicos corresponden al Estado y a la sociedad civil. El panorama mundial hace que el país se encuentre en un momento histórico excepcional, en condiciones de continuar con tasas muy elevadas de crecimiento y de lograr un auténtico desarrollo económico y social con mayor equidad. Sin embargo, hay muchos intereses creados para que esto último no suceda para abrir las puertas a un nuevo fracaso.
* Ex decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad del Comahue.
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