IMPACTO DE LA DEVALUACION EN LA INDUSTRIA DEL CUERO
“Nos faltan vacas”
Los curtidores dicen que no pueden aumentar su producción porque “en el país de las vacas, faltan vacas”. Se defienden de las críticas sobre la calidad de los cueros argentinos.
› Por Cledis Candelaresi
Eduardo Wydler preside la Cámara Argentina de Curtidores del Cuero, los principales beneficiados de la reciente decisión del presidente George W. Bush de permitir que una serie de productos argentinos ingresen al mercado norteamericano sin pagar arancel. Pero para los principales favorecidos con el reingreso al Sistema Generalizado de Preferencias (SGP) la medida, aunque buena, es insuficiente para aumentar las ventas al exterior. “Lo que falta –se queja– son vacas para faenar”.
¿Hay que esperar un boom de exportaciones de cuero a partir del reingreso al SGP?
–No. Porque el problema que tiene la Argentina es de escasez de materia prima. En este país de las vacas, lo que faltan son vacas. En los últimos años no creció la faena, porque se vende menos carne. En los 70 faenábamos 16 millones de cabezas anuales, pero hace años que no superamos los 12 millones. Este faltante no hace posible producir ni exportar más. Perdimos muchos mercados externos. Parte porque tuvimos que competir con países que subsidian a sus productores. Parte por el descuido sanitario, que trajo como consecuencia la aftosa.
¿Entonces cuál es la ventaja de reingresar al SGP?
–Que tenemos un obstáculo menos, por ejemplo, para afrontar la competencia de los cueros de Uruguay, de Paraguay o de Brasil, que no están pagando ningún arancel para ingresar a los Estados Unidos. Nosotros, además, habíamos superado la cuota de productos que admite ese país y, finalmente, soportamos el castigo que recibió la Argentina por su legislación sobre Propiedad Intelectual.
¿Qué errores cometió la industria curtidora para perder otros mercados externos?
–Seguro, nosotros tenemos errores. Pero muchos de los problemas de calidad están originados en las deficiencias de la producción: nos entregan animales con cueros deteriorados, perforados por la acción de moscas o el roce con alambres de púa. La marca a fuego era ya una técnica caduca a principios de siglo, y todavía se usa. Todos estos defectos a nosotros nos añaden costos. Aún así, consolidamos la relación con el exterior, al punto que el 80 por ciento de lo que se produce se exporta.
¿Eso explica que los cueros extranjeros hayan conquistado parte del mercado argentino?
–A nosotros la importación no nos preocupa. Lo que nos aflige es que falte la materia prima.
¿Por qué una campera de cuero argentino es de calidad muy inferior a otra de cuero italiano?
–Eso tiene que ver con las posibilidades del país. Tenemos tecnología de punta y podemos lograr terminaciones iguales a las de Italia. Pero ellos trabajaron fuertemente en la generación de una marca en toda la cadena de valor. Italia procesa 75 millones de cabezas al año, pero sólo produce 3,5 millones. El resto lo importa. A partir de allí, tiene toda una política de estímulo, porque es un país que quiso desarrollar la industria del cuero, que está volcada a un público buen poder adquisitivo. El producto bueno siempre es caro y la marca se paga.
¿Y por qué en Argentina no ocurre lo mismo?
–Algunos tienen la solución facilista y dicen que hay que exportar zapatos y carteras pero no cuero. Pero menos mal que exportamos cueros curtidos, porque esto genera al año 900 millones de dólares al país y muchos puestos de trabajo en Argentina.
¿No sería mejor que ese cuero se manufacture en el país en lugar de reingresar como producto terminado?
–Seguro, pero para eso hay que desarrollar la cadena de valor desde el ganadero al zapatero. Sería mejor vender toda nuestra producción localmente, que colocarla a 10 mil kilómetros.
¿Los que sobrevivieron lo hicieron gracias a alguna prerrogativa estatal como la que sostuvo a la curtiembre Yoma, que tomó préstamos blandos de bancos públicos que no siempre devolvió?
–Los que sobrevivieron pasaron un examen muy difícil. Esto no ha sido fácil para nadie y por eso tenemos ahora sólo veinte socios, de los setenta que había cuando yo asumí. Tuvimos que reconvertirnos y ajustar costos.
La devaluación mejoró claramente la renta de los curtidores.
–No podemos decir que estamos peor, pero tampoco acumulamos fortunas. Todos nuestros insumos se dolarizaron. Los productos químicos son importados. El flete y los servicios de estibaje se encarecieron. Y básicamente, el precio del cuero, que significa entre el 40 y 60 por ciento de nuestros productos, subió mucho más que el precio del kilo vivo.
¿Quiere decir que la devaluación beneficia básicamente a los frigoríficos?
–Sí.
Como representante de una industria exportadora, ¿qué candidato para las próximas elecciones puede asumir un compromiso de desarrollo exportador?
–En realidad, todavía no tengo en claro cuál será el proyecto para las próximas elecciones. Por ahora, los políticos están preocupados en recuperarse de la visión negativa que tiene la gente, pero no muestran cuál es la solución para sacar a la economía adelante.