Dom 03.08.2008
cash

CAMBIOS EN LAS CALIFICADORAS

Puro humo

Las evaluadoras quedaron mal paradas por no haber previsto la crisis de Estados Unidos. Buscan recuperar credibilidad.

› Por Cristian Carrillo

La escasa o casi nula certeza que brindan las calificadoras de riesgo bajo contextos de alta volatilidad financiera deslegitima el rol de las consultoras, que por estos días muestran un deslucido papel de espectadoras en un mercado donde prima la especulación. En ese escenario, los analistas de riesgo buscan desesperadamente recuperar prestigio y, sobre todo, credibilidad. Las críticas les llegan de todos lados: desde los pequeños inversores que se embarcaron en la compra de títulos que resultaron de pésima calidad hasta de instituciones y gobiernos que no logran entender cómo empresas y bancos estadounidenses ostentan “riesgo cero”, según la nota asignada por las calificadoras, mientras la economía de ese país es golpeada por la mayor crisis de los últimos años.

El propio presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, apuntó contra las agencias evaluadoras hace dos meses. Dijo que estaba “absorto” al ver que el riesgo norteamericano era cero. “Están en una crisis desgraciada y no tienen riesgo”, señalaba. La declaración condujo dos semanas después a que Standard & Poor’s elevara la calificación brasileña a “grado de inversión”, que “habilita” al país a recibir inversiones de fondos conservadores.

En Estados Unidos el Congreso analiza las razones por las cuales fracasó la industria de las hipotecas, que desató la actual contracción financiera mundial, y si se la debe reestructurar. En tanto, las dos preguntas que sobrevuelan el diagnóstico de los especialistas son las siguientes: si las firmas calificadoras no gozan de demasiada protección oficial, y si sus juicios no están viciados. Para prevenir más críticas y posibles leyes que condicionen su accionar, Moody’s y S&P anunciaron reformas, aunque niegan responsabilidad en la crisis de la deuda subprime y culpan a los tomadores de ese tipo de hipotecas, quienes resultaron ser “morosos o mentirosos” para obtener sus préstamos.

Algo similar ocurrió entre 2001 y 2002. Entonces se pensó que el Banco de Basilea, que norma la actividad bancaria mundial, decidiría una regulación de las calificadoras debido a los constantes fracasos en sus estimaciones frente a crisis financieras. Finalmente no lo hizo. Es más, en julio del año pasado, las agencias otorgaron la calificación “AAA” (la más alta) a un nuevo tipo de derivados crediticios, indicando que eran tan seguros como los bonos del Tesoro de Estados Unidos. Una vez desatada la crisis, a los inversores se les ofrecía 70 centavos por cada dólar invertido en ese fondo.

En medio del descrédito sobre las “notas” que se otorgan sin demasiado fundamento a las emisiones corporativas, S&P anunció una nueva revisión de enfoque sobre las “calificaciones de grado especulativo en escala global”. El objetivo es “dar mayor transparencia al espectro crediticio más bajo” y, en consecuencia, el de mayor volatilidad. “En los últimos años, la creciente disposición del mercado para aceptar créditos más riesgosos detonó una revisión de las metodologías usadas para establecer nuestras opiniones sobre la calidad crediticia”, reconocen en el informe que acompañó al anuncio, al que accedió Cash.

A pesar de los cambios, el foco seguirá puesto en las necesidades de financiamiento, y no en la evaluación real de los proyectos. Lo novedoso: cada informe dará cuenta de la posibilidad de ocurrencia e impacto de cualquier inconveniente financiero que pueda –a criterio de ellos– enfrentar la compañía. De la misma manera, para las empresas que estén actualmente bien posicionadas las calificaciones darían menos énfasis sobre los riesgos competitivos que no sean particularmente relevantes en el corto plazo.

En la consultora reconocen un “timing”, por no decir coincidencia, entre la coyuntura actual de los mercados y las críticas recibidas con la salida de estas revisiones. “La coyuntura ayuda y los inversores están hoy más interesados en un informe de más corto plazo”, explicó a Cash el responsable del área para América latina, Pablo Lutereau. El escenario es otro: sólo en Estados Unidos, la participación de empresas del sector industrial con calificación de “grado especulativo” pasó de 32 por ciento, en 1980, a 72, actualmente. Pero respecto de la nota “grado de inversión” que mantienen para la economía estadounidense, las agencias lo justifican con el argumento de que para cambiarlas hay que considerar “situaciones de más largo plazo, que no tienen en cuenta las volatilidades de corto”. Eso sin advertir el número de ganadores y contusos que quedan en el camino a causa de esas “breves oscilaciones”.

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