DEBATE > CRECIMIENTO DEL SECTOR MANUFACTURERO DESPUES DE LA CRISIS DE 2001
› Por Diego Rubinzal
En los ‘90, se consolidaron las tendencias desindustrializadoras inauguradas por la última dictadura militar. Las políticas adoptadas (desregulación, apertura, atraso cambiario) terminaron de delinear una matriz productiva reprimarizada. La implosión de ese modelo mostró la necesidad de retomar un nuevo rumbo productivo. Ahora bien, ¿el kirchnerismo impulsa un nuevo modelo que promueva una estrategia de desarrollo industrial? O las iniciativas oficiales se reducen a mantener un tipo de cambio alto y aprovechar un contexto internacional favorable.
Partiendo de los resultados obtenidos por el esquema postconvertible, algunos economistas rescatan el positivo cambio del patrón de crecimiento. De acuerdo a esa mirada, los economistas del Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino (Cenda) destacan dos aspectos: la notable recuperación industrial y la fuerte recuperación del empleo. En ese sentido, señalan que “se observa en Argentina un claro quiebre con respecto a la etapa anterior y una elevadísima tasa de expansión de la producción fabril que llevó a acrecentar en un 33 por ciento el peso de la industria manufacturera sobre el PIB en menos de un quinquenio”. La expansión estuvo lejos de limitarse a un sector en particular. La recuperación productiva se difundió a la mayoría de las ramas manufactureras. Otro dato adicional, que refuerza la idea de un proceso de reindustrialización en marcha, es el crecimiento de las exportaciones de Manufacturas de Origen Industrial (MOI). Entre 2003 y 2006, las exportaciones de vehículos, productos químicos, calzados, textiles subieron de 8045 a 14.826 millones de dólares.
Por su parte, Cecilia Fernández Bugna y Fernando Porta en su trabajo “El crecimiento reciente de la industria argentina. Nuevo régimen sin cambio estructural” desestiman la idea de que el cambio drástico de régimen macroeconómico promueva –por sí solo– un nuevo modelo productivo. Si bien los autores reconocen la positiva evolución de la actividad industrial, advierten que “la configuración sectorial de la industria no se ha modificado de un modo significativo, al tiempo que el cambio en los precios relativos parece haber acentuado aún más las asimetrías de rentabilidad preexistentes al interior del sector industrial”. Fernández Bugna y Porta agregan que no se han regenerado los encadenamientos productivos internos, ni se han producido modificaciones que supongan una reducción de la dependencia de insumos importados, ni tampoco se ha alterado la débil conducta innovadora de las firmas locales.
A esa crítica, los funcionarios responsables del sector rescatan una batería de medidas que el Gobierno viene aplicando para impulsar un modelo productivo virtuoso: programas oficiales con créditos a largo plazo a tasas bajas, apoyo a la difusión de tecnología en el entramado productivo a través de la creación del Ministerio de Ciencia y Técnica, mayor participación del Estado en algunos sectores económicos estratégicos, agresiva campaña de la Cancillería para promover en el exterior los productos argentinos con alto valor agregado.
La experiencia internacional enseña que la preservación de los equilibrios macroeconómicos resultan una condición necesaria, pero no suficiente para impulsar un desarrollo industrial sostenible. A su vez, la redefinición de un perfil de especialización productiva no es una tarea sencilla.
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