LA EXPERIENCIA TRASANDINA EN LA LUCHA CONTRA LA EVASION
“Dar la sensación de control”
Uno de los jefes del Servicio de Impuestos Internos, la DGI de Chile, explica cómo aumentaron la recaudación. Señala que en la Argentina no hay más corrupción que en otros países de la región.
› Por Cledis Candelaresi
Chile impuso el timbre en las facturas, sello oficial imprescindible para que esos documentos sean identificados como auténticos; el Servicio de Impuestos Internos hace controles carreteros del movimiento de mercadería; del primero al último funcionario del SII debe presentar anualmente un detallado informe patrimonial, y ofrecer explicaciones sobre cualquier enriquecimiento repentino. Aun así, el país vecino pierde hasta 800 millones de dólares anuales por el uso de boletas apócrifas y no puede evitar la corrupción en el propio seno del organismo, equivalente a la DGI local. Marcelo Salazar Chamorro, uno de los jefes del SII, explicó a Cash esas deficiencias.
¿Es un mito que en Chile hay un control más firme sobre los contribuyentes que en la Argentina?
–No. La estructura tributaria y la organización chilena facilitan las cosas. Es más fácil administrar de manera centralizada, en parte por el volumen de la recaudación que es menor a la Argentina. Tenemos culturas distintas. Si al chileno no se le dan los elementos para hacer trampa, cumple.
Según una encuesta oficial, el 67 por ciento de los chilenos no avala pero tampoco condena la evasión.
–Es cierto. Por eso digo que si a los contribuyentes de Chile se les muestra una veta para no cumplir, optan por esa vía. Por eso es relevante trabajar en aumentar la sensación de control. Una cuestión clave es que se difundan todas las acciones que hace el organismo recaudador para lograr el efecto indirecto de que quien no es inspeccionado directamente, cumpla de todos modos porque le preocupa ser objeto de control.
¿La clave para combatir la evasión es la percepción de riesgo?
–Exacto. Por eso son tan relevantes los planes masivos. Los selectivos, que ponen el foco sobre ciertos sectores, no tienen el mismo impacto que si se revisa la relación de débitos y créditos de 50 o 60 mil contribuyentes. Eso da presencia.
¿El Servicio de Impuestos Internos también obliga a emitir factura a un kiosco, aunque el monto de la operación sea muy bajo?
–Hay que documentar todas las operaciones por encima de los 180 pesos chilenos, es decir, por encima de un tercio de dólar (1,2 peso argentino).
¿Cuál es el propósito de los controles carreteros?
–Los puestos de control están ubicados en puntos estratégicos donde se supone que cualquier camioneta o camión deberá necesariamente pasar. Esa es una facilidad que nos da la geografía chilena: por ser un territorio largo y angosto, hay caminos inevitables para el traslado de mercadería. Cada vehículo revisado debe acreditar con una guía de despacho la carga que lleva, qué tipo de mercadería y qué cantidad, aunque en este control no se tienen en cuenta los montos de la operación. La guía es clave, porque después se transforma en una factura.
¿Los mecanismos como la Loteriva argentina son buenos estímulos para que los consumidores exijan su factura?
–No lo creo. En Chile se probó tiempo atrás con la Tomboleta, que permitía al contribuyente que participara con su factura ganar una casa. Pero no sirvió demasiado porque eso centra el control en las operaciones pequeñas y la gran evasión está en las de mayor envergadura o más arriba en la cadena de ventas y no en el consumidor final. El verdadero problema está en la relación entre los proveedores.
¿Qué casos hay en Chile de grandes desfalcos al fisco al estilo de las exportaciones ilegales de oro o la situación de Koner Salgado en la Argentina?
–En la zona Norte se había generado una mafia de producción de facturas falsas, que se colocaban en distintos rubros. Eran boletas que empleaban muchas empresas para disminuir sus débitos fiscales. Incluso, en toda la región se pasaba como dato de boca en boca que si alguien necesitaba aumentar sus créditos fiscales podía hacerlo comprando esas facturas.
¿Las deficiencias en el control pueden atribuirse a la falta de recursos para tomar o capacitar personal o equipar adecuadamente al Servicio?
–Eso se puede ver desde dos puntos de vista. El Servicio ofrece muy buenas remuneraciones y capacitación desde el ingreso. Por eso trabajar en el SII a los profesionales les da un beneficio curricular.
La crisis política y económica generó en los argentinos la sensación de ser una de las sociedades más corruptas del continente. ¿Le parece que es un juicio justo o una exageración?
–Creo que debemos estar parejos en Latinoamérica. El énfasis que se pone en la corrupción argentina creo que tiene que ver con cómo se divulgan los casos de corrupción. Quizá los medios argentinos los magnifican. Creo que en cuanto a la falta de ética, los latinoamericanos estamos todos en el mismo rango.
¿Qué diagnóstico hace acerca de la corrupción interna en el Servicio?
–Tenemos bastantes controles. Los 3000 funcionarios debemos presentar una declaración patrimonial anual, con todos los detalles de los gastos, desde el alquiler al arancel del colegio de los hijos. Aun así hay funcionarios corruptos que, después de la investigación correspondiente, perdieron sus puestos.