Dom 08.03.2009
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DEBATE > EL FMI NO APRENDE LA LECCION: LA CAIDA DE LA ECONOMIA DE LETONIA

Espejo de Argentina 2001

› Por Diego Rubinzal

Teniendo en cuenta las diferencias históricas y la distancia geográfica, la actual crisis económica de Letonia, uno de los denominados “tigres bálticos”, se asemeja con la debacle argentina de la década del noventa y posterior estallido de 2001.

La república báltica se enfrenta a su mayor crisis desde su separación de la extinta Unión Soviética en 1991. Como resultado de su adhesión a la Unión Europea en 2004, los letones se esperanzaron con un futuro venturoso. Ese optimismo se vio reforzado cuando la integración europea estimuló un ingreso masivo de capitales de corto plazo que facilitaron una vigorosa recuperación económica. Sin embargo, la contracara fue una creciente apreciación real de su moneda doméstica. Consecuentemente, las compañías letonas mermaron sustantivamente su competitividad en el mercado europeo y mundial. Desde 1999 al 2007 el tipo de cambio efectivo real se apreció en más de un 30 por ciento. Desde 2007, el déficit en cuenta corriente superó el 10 por ciento del PIB.

Al igual que lo que ocurría con la Argentina durante la convertibilidad, el Fondo Monetario Internacional puso como modelo a las reformas liberalizadoras implementadas por los “tigres bálticos”: Letonia, Estonia, Lituania. Cuando la apertura económica produjo profundos déficit en cuenta corriente, el FMI los consideró manejables. Hace un año, el gobierno letón tomó un conjunto de medidas para combatir la inflación, generando una fuerte retracción del sector inmobiliario y de la construcción. El retroceso en la economía se trasladó rápidamente al sector financiero y se produjo una corrida bancaria en la segunda entidad más importante del país (Parex Banka). Ante la brusca caída en sus depósitos, el gobierno lo nacionalizó.

Durante los últimos meses del año pasado se produjo una intensa retracción del consumo, de la inversión y un fuerte crecimiento del desempleo. En el último trimestre del año pasado, el retroceso económico fue del 10,5 por ciento. Para hacer frente a la crisis, el Gobierno suscribió un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional por 7500 millones de euros. Ese dinero fue aportado por el FMI (1700 millones), Suecia, Dinamarca, Finlandia y Noruega (1800 millones), el Banco Mundial (400 millones) y el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, República Checa, Polonia y Estonia (500 millones). La ayuda financiera se condicionó a la aplicación de una dura política de ajuste: congelamiento de los gastos corrientes estatales, efectivización de reformas estructurales, reducción de los salarios de empleados públicos, poda presupuestaria del 25 por ciento. Mientras las potencias centrales reaccionan con medidas expansivas ante la crisis, la burocracia del Fondo insiste con las políticas de ajustes. Por otra parte, las autoridades letonas reafirmaron que no devaluarían la moneda local (el lat).

Demasiadas coincidencias con lo que ocurrió durante el ocaso de la convertibilidad argentina. Pero las similitudes no terminan en esa cuestión. A principios de enero, el anuncio del “plan de acción para la estabilidad económica” produjo violentas manifestaciones de rechazo popular en Riga. Se produjo la versión letona del “que se vayan todos” argentino. El viernes 20 de febrero, el primer ministro de la coalición gobernante finalmente cayó. Este año, según estimaciones del Swedbank (la principal institución financiera de esa región), el PIB letón retrocederá un 10 por ciento y el desempleo podría escalar al 16 por ciento. Ajuste permanente que la experiencia argentina padeció en el pasado como ahora Letonia.

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