EL BAUL DE MANUEL
› Por Manuel Fernández López
En marzo de 1776 se puso a la venta el libro más famoso de la Economía Política, Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones. Su autor, Adam Smith (1723-1790), se convirtió en emblema del liberalismo económico. La obra se divide en cinco partes o libros. Con títulos modernos, los libros serían: I. Teoría de los precios y la distribución; II. Crecimiento económico; III. Historia económica; IV. Historia del pensamiento económico; V. Finanzas públicas. Adam Smith era empirista, es decir, veía la fuente de sus conocimientos en los hechos de la realidad y, por si alguien dudase de sus teorías, a cada generalización la avalaba con algún caso extraído de vivencias propias o de narraciones contenidas en algunos libros de su rica biblioteca. Así es como en el libro I se refiere a Buenos Aires al tratar el tema de los cueros, en el capítulo 11; que se conecta con el 5 sobre estados primitivos de la sociedad y principio del valor-trabajo. En el mismo capítulo 11, Smith, que amaba la libertad, procura que no creamos que él propicia una libertad económica irrestricta, al señalar que en todas las ramas del comercio y la manufactura, donde los empresarios buscan ampliar el mercado y reducir la competencia, suele divergir el interés empresario y el del público, y deben escucharse con recelo las propuestas de aquéllos, que suelen tener interés en engañar y oprimir al público. Esta afirmación fue repetida en 1797 por Escalada, en el Consulado de Buenos Aires (hoy casa central del Banco de la Provincia de Buenos Aires). Tampoco nos inculca la idea de una Justicia imparcial sino la de una que toma partido por “los ricos contra los pobres, es decir, quienes tienen alguna propiedad, contra los que nada poseen” (Lib. V, cap. 1). Nuestro Alberdi usó este pasaje para explicar el antagonismo entre Buenos Aires y el interior. También denunció los estragos causados por los empleos industriales del maquinismo, con sus largas jornadas de labor, repetitivas, en que el hombre es apéndice de la máquina. Esa actividad reduce las posibilidades humanas; el hombre “se convierte, por lo general, en una criatura humana todo lo estúpida e ignorante que puede serlo. Su letargo mental le hace no solamente incapaz de disfrutar o de participar en cualquier conversación racional”. Ello llevaba a brindar educación gratuita. Un libro que nos sigue invitando a reflexionar.
La creación de la primera cátedra de Economía política en España, en el seno de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, inaugurada en octubre de 1784, fue una experiencia ejemplar acerca de los límites que condicionan un proyecto de ese tipo. Uno es la disponibilidad de un texto adecuado y completo, impreso en el idioma de la cátedra. En Aragón no lo había, y en Europa el texto más abarcador y digerible para la corona española era el libro de Genovesi, que estaba en italiano. Hasta tenía el aura de haber sido escrito por un favorecido directo del rey de Nápoles, que había pasado a ser el monarca reinante en España, Carlos III. Había dos posibilidades para salvar la carencia: o traducir a Genovesi, o encomendar al catedrático designado, a la sazón, Lorenzo Normante y Carcavilla, la composición de una obra para sus alumnos. Se eligieron ambas, creando una suerte de carrera en la que una llegaría primero. La opción de un texto del propio catedrático llevaba las de ganar, pues tenía la oportunidad de llevar al aula su labor creativa a medida que avanzaba en las clases. Por otra parte se encomendó a Victorián de Villava, de la Universidad de Huesca, la traducción de Genovesi, tarea que encaró a conciencia, incluso suavizando algunas expresiones del profesor napolitano que, aunque justificadas en su país por los excesos de feudalismo y clericalismo, podían ser irritantes en España por parte de la aristocracia y la Iglesia. También le añadió notas personales que indican su amplia cultura económica. La carrera por producir un libro de texto fue ganada por Villava, cuya traducción se publicó en 1785/86, en tanto el manual de Normante, que al parecer fue concluido, nunca se imprimió, ni se conoció. De manera que cualquier habitante de la península pudo, a partir de 1786, informarse sobre el conocimiento económico. Y en particular uno que nos atañe, que en esa fecha llegaba a España, Manuel Belgrano, que aunque viajaba a la Península para estudiar Derecho, apenas estalló la Revolución Francesa desvió su atención para concentrarse en los estudios económicos. El propio Villava pasó a Buenos Aires para cumplir la misión de juez residenciador del virrey Loreto, y allí se presume que dio a conocer su versión de Genovesi, que se transcribió en dos de los documentos más antiguos de la economía argentina, las representaciones de Labradores (1793) y de Hacendados (1794).
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